Capítulo LXIX: El aprendiz del aprendiz

80 12 7
                                    


     Estando bajo tierra, era imposible saber qué hora era. Qué momento del día era. Tagiru sólo sabía que, cuando abrió los ojos, ya había recuperado todas sus energías. Se incorporó lentamente, quejándose de un pequeño malestar en la espalda. Estiró los brazos para desperezrse. Le costó librarse de los brazos de Gumdramon que se aferraban a su pierna mientras el pequeño dragón seguía yaciendo en los brazos de Morfeo.

Estaba consciente de que habían pasado pocas horas. Tal vez por eso fue que le alegró ver a sus amigos durmiendo como si nada hubiese pasado en el exterior. Le reconfortó ver que Kira y Zoe dormían apaciblemente, una a cada lado de Takuya. Airu se había acurrucado a un lado de Yuu. Yuujin y Offmon dormían cerca de quienes se habían amontonado en una de las camas. Kiriha dormitaba a un lado de la cama del general rojo, aunque la vigilancia constante ya había dejado de ser necesaria. Las pesadillas dejaron de atacar a Taiki gracias a que Akari dormía a su lado, recargada en el pecho del muchacho. Dorulumon los mantenía cálidos, y Shoutmon parecía haber perdido la batalla contra el cansancio. La forma en que yacía a los pies de la cama era inconfundible. Vio también a Mimi, que dormía con Nunally recargándose en su hombro. Palmon y Labramon dormían en sus regazos, así como Suzaku y Milly dormían al otro extremo, con las armas cerca de sus manos pues el sueño fue lo único que les obligó a soltarlas.

No le extrañó ver que Nene y Lelouch no estaban en la habitación. No sintió temor, de ninguna manera. Todos merecían un momento de descanso, incluso a pesar de saber que no era el mejor momento.

Tagiru quiso seguir recostado, pero el dolor de su espalda lo obligó a levantarse para estiar las piernas. Llevó consigo su Xros Loader para abrir las puertas, muchas de ellas inservibles. Recorrió el solitario refugio en silencio, pensando que era mucho más grande de lo que había imaginado. Se dio cuenta también de que ninguno tenía idea de cuántos dormitorios había en los refugios de los Protectores, así como tal vez nadie se habría imaginado que había incluso una habitación especial para entrenar y fortalecerse.

Como si eso pudiera cambiar algo, pensó con pesimismo.

Sacudió la cabeza. Siguió andando. Le sorprendió que una de las puertas lo condujo a una cocina de tamaño considerable. Una sonrisa se dibujó en sus labios al cabo de un segundo. De pronto, se sintió demasiado hambriento. No tardó en llegar a la nevera, que estaba repleta de comida, al igual que las alacenas. Al segundo siguiente, ya estaba preparando Okonomiyaki suficiente para llenar su estómago, y el de sus amigos.

Un fugaz recuerdo se apoderó de su mente mientras preparaba los ingredientes. Se detuvo en seco, preguntándose en qué momento había pasado de atrapar a los Pagumon que se salieron de control, a ser partícipe de una masacre de la que no sabía si podría salir con vida. Se sintió desanimado. Pesimista. Incapaz de seguir adelante.

Siguió con lo suyo distraídamente, pensando que todo estaba saliéndose de control. Todo estaba saliendo mal. Seis de siete Señores Demonio derrotados no significaban nada mientras hubiera tantas fisuras en lo que debía ser solamente un ejército. Había mil dudas que necesitaba resolver antes de pensar en formar parte de la batalla final. ¿Cuá era el nuevo poder que Minerva le había brindado? ¿Cómo podría ayudar durante el momento más crítico? ¿Por qué Minerva habría arriesgado a Nunally, al dejar en sus manos el presagio de lo que sucedería en el último de los Siete Reinos?

No podía permitirlo. No quería dejar que Nunally estuviera al frente. La idea de convertir a Nunally en una guerrera le parecía tan inaceptable como a Lelouch, e incluso un poco más. Era cruel. Pero, ¿acaso tenían otra opción? Todos ellos habían sido llamados para luchar. Cada uno tenía una misión que cumplir. No podía ser una decisión arbitraria, a pesar de que no fuera nada fácil de aceptar.

Nene de la RebeliónTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang