Especial de Halloween | Mi Salamandra

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¡Hey, hola! Pido una disculpa por la mala calidad. Estoy resfriada y con una fiebre de los mil diablos, pero no quería dejarlos con las ganas. ¡Espero que les guste! ¡Y feliz Halloween!


     Alguien llamaba a la puerta frenéticamente, en una noche tormentosa. La electricidad fallaba. Iba y venía, como las corrientes de aire que hacían que las ramas de los árboles golpearan contra las ventanas. La puerta principal de la casa se movía con violencia también, pues el intruso se había negado a cerrarla. Hizo falta una corriente mucho más potente para dar el portazo que la cerró al fin, quebrando los pequeños cristales del ventanal. Ya era tarde para evitar que el intruso entrara. Estaba en la casa, sin molestarse en cubrir su rostro. No necesitaba hacerlo. Estaba seguro de que nadie hablaría, una vez que hubiese terminado con lo suyo.

Hizo falta una semana de observación y espionaje, para estar totalmente segura de que su presa estaría totalmente sola en casa aquella noche. Todo aquello que podía ayudarle, se había quedado atrás. No estaba dispuesta a usar nada que no fueran sus manos. De otra forma, habría renunciado voluntariamente a la gloria.

Su presa sabía que ella estaba en casa. Ni bien escuchó los primeros sonidos, corrió a buscar un arma para defenderse en caso de que otra cosa no funcionara. El D—Scan parecía arder en sus manos, pero se negaba a usarlo sin importar que eso hubiese marcado la diferencia.

Se sobresaltó al escuchar los pasos en la escalera. Seguía aferrando el D—Scan, así como el bate que tomó del armario de su padre. Contuvo su respiración, deseando no ser descubierta. Se mantuvo oculta en su propio armario, sintiendo cómo su corazón comenzaba a latir con más fiereza al escuchar el rechinido de su puerta. Cuando el armario se abrió de golpe, dejándola a merced de aquella hermosa chica de ojos marrones y largo cabello negro, Zoe sintió que toda su vida pasaba frente a sus ojos.

—Tú... ¿Por qué...?

Intentó levantar el bate. Intentó usar su D—Scan. Sus brazos ardieron cuando el filo del cuchillo atacó, derramando sangre a sus pies. Retrocedió con torpeza, sintiéndose acorralada contra la pared.

—No te muevas. El cuchillo se mueve solo. No puedo controlarlo.

—Pero... ¿Por qué...?

El D—Scan yacía en el suelo. Kira lo alejó mucho más con una patada. Apuntó a Zoe con el cuchillo. El temor en los ojos de su presa le hizo sentir la adrenalina corriendo por sus venas.

—De rodillas.

—¿Qué...?

—¡De rodillas!

—Estás... demente... ¿Qué haces...?

—¡Dije que te pongas de rodillas!

Zoe obedeció, levantando ambas manos en son de paz. Se colocó de rodillas ante Kira. El temor se apoderó de su cuerpo cuando la intrusa comenzó a caminar en círculos a su alrededor. Comenzó a sollozar en silencio. Su móvil recibió una llamada. Cuando Kira lo tomó para rechazarla, Zoe supo que no había escapatoria.

—¿Por qué estás haciendo esto...?

Kira lanzó el móvil al suelo y lo aplastó con un pisotón.

—Si esto es lo que tengo que hacer...

—¿Qué...?

—Esto es lo que tengo que hacer... No vas a quitármelo... Él es mío... Es mío, ¿entiendes?

—Pero, ¿de qué hablas...? Kira, por favor...

—¡Es mío! ¡Es mí salamandra!

Zoe no pudo gritar. Sólo sintió que comenzaba a atragantarse con su sangre, cuando el cuchillo perforó su garganta. El D—Scan comenzó a sacudirse con violencia, como si quienes yacían en el interior hubiesen querido defender a la chica rubia. Sin embargo, al caer el cuerpo de Zoe, el D—Scan dejó de funcionar también.

Agitada, Kira se alejó del cuerpo. Pasó una mano por su rostro, manchándose con la sangre de su víctima. Esbozó una gran y siniestra sonrisa.

Ya no había más obstáculos en su camino.

Nene de la RebeliónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora