Capítulo LIX: Un Débil Rayo de Esperanza

48 12 22
                                    

Horas interminables pasaron antes de que el grupo entero despertara. Cada vez que alguien entraba a reunirse con los demás, recibía una versión burda y extremadamente abreviada de lo que ocurría.

—Debemos esperar a que todos despierten, para que Rei pueda decirnos lo que haremos ahora —habían dicho Taiki y Yuujin, una y otra vez.

No había bocadillos para recuperar las energías. Y eso no era un gran problema, en realidad. Nadie tenía apetito. Nadie estaba tan sediento como para empezar a quejarse por la falta de agua. Sin importar que cada vez quedaba más claro que todo estaba en orden, la tristeza era cada vez mayor. Algo hacía falta. Algo había dejado un vacío demasiado grande en sus corazones.

Un vacío que no podía llenarse, ni siquiera con las marcas que Mimi dibujaba sobre la pared de piedra. Le costaba mover su dedo índice, pues ya estaba demasiado adolorido. Pero no podía detenerse. Cada vez que la sangre dejaba de brotar, debía pincharlo con sus pendientes para seguir escribiendo. Los nombres de sus amigos caídos decoraban todo el humo. La mirada de cada uno de sus amigos se mantenía fija sólo en el nombre que más significaba para ellos.

A pesar de que las intenciones de Mimi eran puras, sólo conseguía que más nudos se formaran en las gargantas de sus amigos. No hacía falta que nadie pretendiera ser fuerte. Podían quebrarse, a pesar de consolarse unos a otros. Lelouch podía contarse entre uno de los pocos que no lloraban, y que tampoco tenían intenciones de hacerlo. Sólo se mantenía quieto, con una mano sobre la cabeza de Nunally, y con la otra entrelazada con la de Nene. Su hermana menor dormía en sus piernas. Su amada no podía contener las lágrimas que escocían con el Geass, y que sólo le daban un toque espeluznante e intimidante a su mirada cargada de ira y de deseos de venganza. Kira hacía otro tanto, manteniéndose alejada del grupo.

Al terminar con su trabajo. Mimi dio un par de pasos hacia atrás. Un par de gotas de sangre cayeron sobre el suelo de piedra. Se sobresaltó ligeramente cuando la mano de Zoe se posó sobre su hombro.

—Es un gran homenaje —dijo la rubia—. Estoy segura de que a Kazemon y a Zephyrmon les habría encantado.

—Estoy segura de eso también —respondió Mimi, enjugando un par de lágrimas—. Aunque, a decir verdad, creo que Palmon habría preferido una tumba llena de flores.

—Todos estarían tan agradecidos, si pudieran ver esto... —suspiró Zoe—. Pero ya no están aquí. Ni siquiera como Datos. No puedo... sentir a Kazemon, ni a Zephyrmon.

—Tampoco yo me siento capaz de hacer que mi Emblema brillara, si aún lo tuviera conmigo.

—Yo... Ya no siento que mi cuerpo esté hecho de DigiCode. Creo que nunca me he sentido tan vulnerable, como en este momento.

Mimi suspiró.

—Somos humanos, después de todo. Y ya no somos unos niños. Creo que nunca antes nos dimos cuenta de que todo es diferente, hasta ahora.

—Corremos peligro en todo momento —dijo Zoe, avanzando un poco para posarse frente a su compañera—. Pudimos morir en cada batalla, y seguíamos adelante.

Mimi asintió.

—Sí, pero... Tal vez ahora... Lo que nos dtiene es que realmente nadie quiere morir por salvar a ambos mundos.

—Pero tenemos que hacerlo.

Fue Taiki quien se unió a la conversación. Dio un par de pasos para avanzar hacia las chicas. Pasó de largo ante ellas, y posó una mano sobre el nombre de Shoutmon en la pared. Cuando las miró de nuevo, la determinación en sus ojos les causó escalofríos.

Nene de la RebeliónWhere stories live. Discover now