Capítulo LXXVI: Un Pacto del Corazón - ¡Vamos al Campo del Infierno!

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     Eri supo que estaba en lo cierto cuando el AR Field se abrió ante ellos. Se abrió paso entre los demás para correr hacia Haru y Yuujin. Las sonrisas aparecieron por unos segundos cuando, en lugar de recibir a sus amigos con abrazos, les propinó un par de puñetazos.

La noche los sorprendió sin que ningún portal fuera abierto. Luego de que todos se pusieran al tanto de sus historias, y de que todas las heridas fueran atendidas tanto como la ausencia de Cutemon lo permitió, el grupo entero se reunió en el refugio abandonado de Épsilon. En aquella zona que antes había sido el comedor.

La electricidad ya había dejado de funcionar. Sin importar cuánto intentaron los Digimon y los humanos, los circuitos no quisieron seguir funcionando. Por el contrario, el reino entero comenzó a descomponerse en datos lentamente. El terreno, aún así, permaneció lo suficientemente estable como para cenar juntos. Encontraron DigiNoir entre las reservas. No fue el mejor banquete de la vida, pero el estómago lleno los llenó de energía que necesitarían al abrir el portal.

El orgullo de Cheepmon estaba herido, puesto que había usado sus habilidades para sanar heridas muchas más veces de las que podía soportar. Como castigo, se negó rotundamente a seguir volando. Caminaba con sus patas diminutas, meciéndose a causa de su cuerpo literalmente redondo.

Gracias a Cheepmon, la mano rota de Yuu quedó sólo como una torcedura. Las heridas de Tagiru se convirtieron en rasguños. La mano de Taichi quedó con la piel cubierta de cicatrices que podía ocultar a la perfección con las mangas largas y sus guantes. Meiko se negó rotundamente a recibir la ayuda de Cheepmon. Optó por esperar a que el corte de la espada sanara por sí mismo, para conservarlo como un trofeo de guerra.

Con la noche, vino la desolación y el silencio absoluto, a pesar de que nadie se dio el lujo de llorar la muerte del general azul. Por el contrario, optaron por dejarse llevar por la expresión solemne con la que Taiki se mantuvo durante la noche entera, sólo tomando la mano de Akari y mirando su Xros Loader en silencio.

Katsura salió del refugio luego de cenar, sin que nadie más que Keramon se diera cuenta y pudiera seguirla. Permaneció sentada sobre una roca, entre el terreno que se descomponía lentamente. La única iluminación que necesitaba era la de las partículas brillantes que la rodeaban. Miraba el mapa que se desplegaba del DigiLector, sin saber exactamente cómo debía sentirse al saber que no quedaba una sola señal enemiga en el reino que incluso en el mapa se estaba desvaneciendo. Suspiró. Sujetó su Emblema con fuerza. Agradeció que Keramon se mantuviera en silencio.

—Parece que tuvimos la misma idea.

La chica se giró al escuchar la voz de la Heredera del Valor a sus espaldas. Dibujó media sonrisa. Se movió un poco para que Kira pudiera moverse a su lado. Cheepmon se retrasó por un par de minutos. Sus patas diminutas apenas le permitían avanzar. Era imposible saber qué pesaba más. Si su cuerpo, o su orgullo.

Kira se sentó a un lado de Katsura. Sacó una barra de chocolate de debajo de su chaqueta. La partió a la mitad y le entregó la otra a la Elegida de la Amistad.

Katsura sonrió.

—Si siguiéramos en el mundo real, te mataría por darme cosas que engordan —se quejó.

Kira sonrió también.

—La vida es demasiado corta como para que todo el tiempo me restriegues que eres mejor que yo en todo.

Ambas rieron. Mordieron el chocolate a la par.

Tanto tiempo había pasado, que no recordaban la última vez que habían sido algo más que guerreras invencibles.

Nene de la RebeliónWhere stories live. Discover now