Capítulo7

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No salí corriendo, aunque en aquel momento quería huir a toda velocidad de la clase de gimnasia. Tampoco avancé. Me quedé estancada a las puertas del vestuario, observando al entrenador hablando con Evan Lerman, hasta que las dos chicas que quedaban en él salieron apresuradamente, chocando contra mí y tirándome al suelo.

—Dios mío, Emma, lo siento —se disculpó una Martha—. ¿Estás bien?

Lancé una mirada hacia el entrenador y Evan Lerman. No se habían percatado de nada. Me volví de nuevo hacia Martha.

—Sí, lo siento yo —dije apresuradamente—. Estaba parada en medio del camino.

Martha me ayudó a incorporarme y caminé detrás de ellas hacia el gimnasio. Instintivamente solté mi pelo de la coleta provisional, dejando que cayera a los laterales de mi cara para taparme el rostro. Efectivamente, no quería que Evan Lerman me viera. Seguía sin saber si se acordaría de mí, pero prefería no descubrirlo en aquella clase.

Poco a poco los alumnos nos reunimos frente al entrenador. Me separé de Martha y su amiga solo para poder quedarme atrás del grupo y ser cubierta por mis compañeros. Observé a Evan Lerman alejarse del entrenador, situándose más cerca de los demás compañeros, quienes también le miraban entre curiosos y risueños.

—Está bien, está bien —el entrenador dio unas palmadas con fuerza, llamando nuestra atención sobre él—. Me alegra ver que este año somos bastantes en clase, los de último curso normalmente no escogéis gimnasia por ser optativa.

Algunos de mis compañeros se rieron. Reconocí a Joe, el novio de Chloe, entre ellos. Él estaba en el equipo de fútbol, y al igual que sus compañeros del mismo año, todos estaban en esta clase. Me preguntaba si el entrenador les habría obligado, o si como a mí, simplemente les gustaba el deporte y superarse a sí mismos.

—Este año tenemos novedades, además de la obvia

Continuó el entrenador, dirigiendo brevemente sus ojos hacia Evan, y todos volvieron a reír.

—Tenemos que ceñirnos al currículo y no hay escapatoria, así que para librarnos cuanto antes de este deporte —hizo unas comillas con sus dedos al decir la palabra deporte—, vamos a dedicar la primera clase del curso a practicar baile.

Instantáneamente hubo varios abucheos. Especialmente por parte de los chicos del equipo de fútbol, quienes comenzaron a burlarse y simular distintos tipos de movimientos de danza clásica. Joe intentó hacer una cabriola de ballet, pero cayó al suelo y eso solo causó más risas. Me fije en Evan Lerman, quien negaba con la cabeza, y no fui la única en hacerlo.

El entrenador decidió impartir orden.

—Basta, basta. Aquí no daremos ni ballet ni reggeaton. ¡Ey! ¡Dije que ya vale!

Ante el último grito los jugadores de fútbol dejaron de comportarse como chimpancés y se pusieron más serios. Había asistido a algún que otro partido y sabía que el entrenador les gritaba así siempre.

—Que haya que dar baile —continuó, volviendo a hacer comillas al decir la palabra—. No quiere decir que esto deje de ser una clase de gimnasia. ¡Todos a correr diez vueltas alrededor de las líneas del campo de baloncesto!

Casi sentí el alivio. Correr, como a mí me gustaba. Sin embargo, eso implicaría salir de la barrera de protección creada por mis compañeros. Cuando nadie se movió, el entrenador volvió a gritar.

—¡Ahora!

Todos se dispersaron, y yo me uní a ellos, no dispuesta a quedarme parada y entonces ser realmente un centro de atención.

—Lerman, tú tampoco te libras —escuché que decía el entrenador, y algunas chicas soltaron risitas—. No pongas esa cara y mueve el culo.

Me había alejado lo suficiente a lo largo del campo como para poder echar una ojeada sin problemas. El entrenador estaba discutiendo con Evan Lerman, quien no parecía tener el menor deseo de ponerse a correr. ¿Para qué se habría apuntado a gimnasia, entonces? Finalmente el profesor ganó y el chico inició el trote. Parecía un pato mareado.

Besos desde la LunaWhere stories live. Discover now