Capítulo 45

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Su brazo rodeaba mi cintura y mi espalda descansaba contra su pecho. Notaba su respiración revolviéndome el cabello, aún agitada, justo como la mía. El cansancio que había experimentado hacía unos minutos volvía a apoderarse de mí, entumeciendo mis músculos.

Evan se movió, apretándome más cerca de él. Noté su nariz en mi cuello.

—¿En qué piensas? —Preguntó, dándome un pequeño beso en la curva de mi cuello.

Sonreí.

—En nada.

Realmente estaba pensando en que la punta de su nariz me hacía cosquillas en la piel.

—Oye, Emmy... —volvió a decir Evan.

—¿Sí?

Sus dedos me hacían cosquillas en el estómago, justo sobre el ombligo, allá donde los movía en pequeñas eses. En aquellos momentos estaba tan cómoda que temía poder quedarme dormida.

—Quería comentarte, respecto a la Ruta Super Fest... Tienen preparado algo parecido a un encuentro inaugural antes de que empiece, y es durante las vacaciones de fin de año. Quería pasar las fiestas contigo, pero me temo que estaré fuera.

Me quedé unos momentos callada. Las vacaciones. Casi lo había olvidado.

—No te enfades, por favor.

Lentamente me escurrí de sus brazos, revolviéndome para poder quedar frente a él.

—No estoy enfadada —le aseguré—. Es tu trabajo.

Evan apretó los labios, pensativo. Creí que no estaba convencido de mi respuesta, hasta que dijo:

—¿Tú no ibas a pasar las fiestas con tu madre?

Aún tenía la invitación pendiente, algo que no quería recordar. Me alejé de él, sentándome en la cama y tapándome con las sábanas. Tomado por sorpresa, Evan también se incorporó.

—No hay nada decidido aún —aclaré, porque había una gran diferencia entre ir a quizás ir.

—Pero te había invitado, ¿no? —insistió.

Me había invitado no una, sino varias veces, y a todas ellas le había dado evasivas. La artillería pesada había salido e incluso mi padre y mi abuela la habían apoyado, intentando convencerme para que fuera. ¿Por qué no se daban cuenta de que yo no quería.

La mano de Evan tocó mi hombro.

—¿Emmy? —Me llamó.

—No quiero ir —sentencié y mi voz sonó como la de una niña pequeña.

En mi interior volvía a ser esa niña de doce años que se escapa a casa de su padre y no piensa regresar con su madre. Supongo que en cierta parte siempre lo he sido, porque continuaba con mi capricho impetuoso de no volver con ella.

Me levanté de la cama, esta vez sin llevarme las sábanas conmigo y empecé a buscar por el suelo mi ropa. A los pocos segundos percibí que Evan me imitaba y también comenzaba a vestirse.

—Tú no sabes quien es mi madre —dije finalmente, sin poder morderme la lengua mientras terminaba de estirar el vestido sobre mis piernas.

—Claro que no, nunca hablas de ella.

Me volví hacia él. Ya se había puesto los vaqueros y tenía la camisa en la mano. Me recorrió un escalofrío, el cual achaqué al frío. Echaba de menos el calor de su cuerpo cálido envolviéndome. Intenté mantener la temperatura abrazándome a mí misma.

Besos desde la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora