Capítulo 40. Evan

26.2K 3.1K 651
                                    

Y ella hizo algo todavía más estúpido: me siguió el beso.

Mis manos se agarraron a la tela de su camiseta, sobre las caderas. Tiré de su cuerpo contra el mío mientras nuestros labios libraban una pelea sin armas. Sus brazos fueron subiéndose, enredándose detrás de mi cuello. Toda la tensión, la rabia y el enfado que habíamos condensado en los anteriores minutos estaban estallando y liberándose en forma de beso.

Su abdomen rozaba mi ombligo. El aire balanceaba su pelo suelto, enredándose en el poco espacio que había entre nuestros rostros e intentando molestar. Pero nada podía estropearme aquel momento, nada echaría a perder la satisfacción que me invadía al volver a besarla, a tocarla, a abrazarla...

Colé una de mis manos por debajo de la tela de su camiseta, acariciando la piel suave de su espalda, subiendo a su cintura. Emmy mordió mi labio inferior, suavemente, sin hacer daño. Su nariz rozaba la mía a medida que empezaba a separarse. No quería que lo hiciera, no quería que se alejara. No si eso significaría volver a pelear, o peor, no hablar de ello como ocurrió con el momento que compartimos en mi habitación, como ocurrió con el beso la noche del cine.

No estaba seguro de que era lo que sentía por ella. Lo único que sabía es que con Emmy me sentía bien, con ella podía ser yo mismo porque me conocía, tanto mis cosas buenas como las cosas malas. Y había algo más: ella me incitaba a ser mejor persona.

Noté la primera gota de lluvia cayendo en su nariz cuando finalmente su rostro se alejó del mío. Sus brazos seguían enredados en mi cuello, y aunque ahora había algo más de distancia entre nuestros cuerpos, mis manos también seguían sobre su cadera.

Que no intentara separarse más de mí me tranquilizó. Ella seguía allí, junto a mí, prácticamente abrazándome aunque la lluvia cada vez comenzara a abundar más. Sus ojos grises estaban nublados como el día, pero brillaban como si el Sol se hubiese colado en su interior.

La forma en que me miraba era completamente distinta a nuestros primeros encuentros. No había recelo ni desagrado. Sus labios continuaban entreabiertos y sentía sus dedos jugueteando detrás de mi coronilla. Me incliné un poco más sobre ella, tanteando, rozando la punta de mi nariz con la suya. Emmy se acercó un poco más, volviendo a besarme, esta vez más suave, más delicado.

Cuando volvimos a alejarnos la lluvia comenzaba a ser tan abundante que notaba mi pelo húmedo y había marcas de agua en nuestra ropa. Pero el agua solo moja, no hiere, por eso no me molestaba. Emmy se expresaba mejor con acciones que con palabras, y yo había decidido que merecía la pena arriesgarme.

—No me importa —dije.

Ella bajó un poco las cejas en un gesto de incomprensión, sin apartarse de mí.

—¿Qué...? —Comenzó a preguntar.

—Soy todas las cosas que dijiste que era, y tú todas las cosas que yo dije. Preguntaste, y yo respondo. No me importa.

No lograba decirlo claramente. No me importan tus defectos porque te hacen ser la persona que eres, porque me gustas así. Decidí intentarlo de nuevo, pero Emmy habló antes de que me diera tiempo.

—A mí tampoco me importa que seas infantil, vanidoso y prepotente... Entre otras cosas.

Sonreí. Había entendido lo que quería decir. Mejor aún, no era el único en sentirse de esa manera.

—¿A dónde nos lleva esto? —Preguntó después de un rato en el que solo nos miramos a los ojos.

En su voz reconocí la precaución, como si tuviera miedo, ella, de hacer esa pregunta. Apretó labios, casi de forma inconsciente, igual que mis ojos se dirigían a ellos sin que yo pudiera controlarlo.

Besos desde la LunaWhere stories live. Discover now