Capítulo 18

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Fui la última en salir del vestuario después del entrenamiento de atletismo. Había estado decidida a darlo todo en el entrenamiento, y este fue especialmente duro. Habíamos tenido que hacer flexiones y me dolía toda la zona del estómago. Pero mi dedicación al menos funcionó, porque durante el tiempo que estuve sufriendo algo cercano a la tortura física, conseguí olvidarme de los problemas. En ese sentido, el deporte era parecido a una droga para mí.

Con la mochila al hombro y el pelo mojado del agua de la ducha, salí a la calle. Aunque el verano ya se había terminado y estaba oscureciendo, continuaba haciendo calor. No quedaba ya nadie en el campo, incluso el entrenador se había ido. Comencé a caminar con rapidez, queriendo llegar a casa antes de que terminara de anochecer, cuando una figura apareció de la nada, escondida contra la pared exterior del edificio.

—¡Me asustaste! —Exclamé, llevándome una mano al pecho, exactamente al lugar donde mi corazón había dado un latido de más.

Evan alzó las cejas burlón.

—Saltaste como una ardilla —comentó, tomando su propia mochila del suelo y acercándose a mí—. Te estuve esperando.

Lo observé como si lo que había dicho no tuviese sentido, porque para mí realmente no lo tenía.

—¿Por qué?

—Supuestamente somos novios, ¿no? Quería llevarte a casa.

Miré hacia la derecha y a la izquierda antes de decirle lo siguiente:

—Exacto, supuestamente. No estamos saliendo juntos de verdad, por lo que no tienes que sentirte obligado a esperarme o llevarme a casa.

Evan hizo exactamente lo mismo que yo antes de contestarme. Miró a todos lados, pero sobre actuando. Intentaba hacerme burla. Cuando habló lo hizo en susurros.

—Lo sé, pero si lo hago va a ser más creíble para los demás que estamos saliendo juntos.

Apreté los dientes para contener el pequeño brote de enfado que empezaba a crearse en mi interior. Discutir en aquellos momentos no iba a sacarme de nada.

—De todos modos vivo aquí al lado. Puedo ir andando a casa sola perfectamente.

Comencé a caminar, marcando mi punto, pero Evan hizo exactamente lo mismo. Su insistencia era perturbadora.

—Aunque sea te acompaño —sentenció.

Pasamos al lado del aparcamiento caminando en completo silencio. En él apenas quedaban un par de coches. Me pregunté si alguno de ellos era el de Evan. Todavía no le había visto conducir, pero según Theresa los youtubers eran pequeños millonarios, así que no me extrañaría que tuviera vehículo propio. De todas formas, todo el mundo tenía coche en ese instituto menos yo. La envidia me comía por dentro.

—¿Qué has estado haciendo hasta ahora?

Estaba interesada, porque el entrenamiento duraba hora y media. Si le sumabas la otra media que tarde en ducharme, eso eran dos horas de la tarde perdidas. Me entró un pequeño ataque de ansiedad al darme cuenta de que todavía me esperaba una enorme pila de deberes y apuntes que estudiar y repasar antes de irme a dormir. Algún día tendría que convencer a mi abuela de que me dejase cenar en mi cuarto.

—Estudiar. Hacía tiempo que no entraba en una biblioteca.

Lo observé mientras continuamos avanzando, saliendo completamente fuera del recinto escolar. No parecía decirlo con socarronería, algo extraño viniendo de él. Más bien lo dijo en tono serio. Decidí presionarlo.

—Sí, lo conozco. Es ese lugar donde hay libros y personas.

Pensé que se molestaría, pero no fue así. Frunció el ceño, pero su respuesta me dio a entender que no era por mi burla.

Besos desde la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora