Capítulo 29

27.3K 2.9K 442
                                    

Al día siguiente decidí madrugar para ir pronto a la biblioteca y estudiar un rato antes de mi primera clase. Evan me había escrito el día anterior. Al final no era un esguince demasiado importante. Solo tendría que llevar el tobillo vendado y ayudarse unos días con una muleta para caminar. En nada estaría completamente solucionado.

—¿Tanto estudiar, y ni te preocupas por tu novio herido?

Me sobresalté al escuchar la voz de Evan detrás de mí. Al girarme allí le vi, con la mochila al hombro y una muleta agarrada con su mano derecha. Había estado tan concentrada estudiando que no le escuché llegar.

—Solo es un esguince, y ni siquiera somos novios de verdad —me defendí mientras él se movía con irregularidad para sentarse en la silla que había a mi lado—. ¿Cómo estás?

Dejó su mochila sobre la mesa con un fuerte golpe, llevándose por delante uno de mis libros. Lo quité rápidamente, antes de que las páginas pudieran doblarse.

—Tú misma lo has dicho, solo un esguince. Así que bastante bien, sobretodo desde que supe que puedo saltarme la clase de gimnasia.

—Aha...

Le estaba prestando atención, aunque en realidad no lo pareciera, pero desde que le había importado tan poco desgraciar mi libro con su mochila, había decidido agrupar todos mis apuntes en un pequeño montón delante de mí, evitando de antemano que sufrieran más percances.

—Podrás usar el tiempo para estudiar —apunté cuando él no dijo nada más, tal vez esperando a que fuera yo quién hablase.

Según lo que nos contaba en el almuerzo, y lo que había escuchado en los rumores de los pasillos, era bastante malo en la mayoría de las asignaturas. Algún que otro estudiante había puesto en duda su nivel de inteligencia repetidas veces. Sin embargo, la idea no apasionó demasiado a Evan.

—Ya, claro, pero cambiando de tema, estaba pensando...

No pude evitar interrumpirle.

—Sorpréndeme. Más que con el hecho de que tú estuvieses pensando.

Era una broma trillada, lo sabía, pero nunca dejaba de hacerme gracia.

—Ja, ja —dijo con sarcasmo, tirando de mi coleta con suavidad—. Pues ahora no te lo pienso decir.

Negué con la cabeza, no queriendo caer en su juego. Me encogí de hombros y fingí volver a concentrarme en mis apuntes. Le empezaba a conocer suficiente como para saber cuál sería su siguiente movimiento, incluso antes que él. Evan era muy impaciente, y junto con su forma de comportarte aniñada, no podría aguantarse callado mucho tiempo.

Y efectivamente...

—Agh, esta bien, te lo contaré.

Oculté una sonrisa de satisfacción mientras dejaba de lado el estudio y me reclinaba sobre la silla, dispuesta a escuchar qué estaba pasando por su cabeza.

—¿Qué te parecería...? —Comenzó a decir, pero se interrumpió a sí mismo—. ¡Redoble de tambor, por favor!

Miré con pavor hacia todos lados, moviendo mis manos de arriba hacia abajo en un gesto que indicaba que bajase la voz. Había dicho aquello último muy alto, y aunque apenas había otro estudiante más en la biblioteca a aquellas horas, a la bibliotecaria no le gustaba nada que hablásemos y molestásemos. Efectivamente, nos lanzó una mirada de desagrado bastante persuasiva.

—No te preocupes, Emmy —se jactó Evan, como siempre ajeno a los problemas—. Si a ella no le importa.

Endurecí mi mirada sobre él.

Besos desde la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora