Capítulo 34

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No me di cuenta de que estaba encogido hasta que Emmy cerró la puerta de mi habitación, quedándose sola en el pasillo. Respiré hondo y estiré mis músculos. Ojalá pudiera hacer eso con mi cerebro, porque, ¿qué jodida mierda me había llevado a actuar así? Y no solo a mí, ¿qué pasaba con ella? ¡Tan solo minutos antes pensaba que me odiaba! No porque lo hubiese dicho, sino por su actitud constante.

Me llamaba insufrible, me apartaba de su lado y prácticamente me costó un ruego que dijese que era mi amiga. Me daba la sensación de que Emmy pensaba que yo era insoportable. Entonces, ¿por qué se había lanzado a besarme? Si no hubiese sido por la ausencia de condones...

Miré el suelo de mi cuarto. Parecía que todo el contenido de mi armario había terminado en él: camisetas, calcetines, pantalones... Incluso vi unos calzoncillos sucios en la esquina. ¿Cómo no se había dado cuenta? Emmy no soportaba el desorden. O quizás los había visto y no quiso decir nada. La vergüenza de que ella hubiese visto mi ropa interior sucia tirada en el suelo me traspasó de dentro a fuera.

Decidí aprovechar su ausencia para limpiar aquel desastre. Sabía que ya lo había visto, pero era mejor tarde que nunca. Abrí las puertas del armario y, sin pensármelo mucho, metí toda la ropa, tanto sucia como limpia, hecha una maraña.

Podía escuchar la voz de Emmy desde el otro lado de la puerta, pero no distinguía sus palabras. ¿Por qué me habría besado? Había llegado a mi casa con un enfado monumental y prácticamente al borde de un ataque de ansiedad. No lo había pensado bien a la hora de subir el vídeo. Tampoco esperaba que las reacciones fueran tan desagradables. Los comentarios que llegué a leer eran bastante hirientes y para alguien como ella, que jamás se había visto afectada por el gran alcance de las redes sociales, podía ser demasiado.

Emmy regresó a la habitación antes de que me diese tiempo a guardarlo todo. No me había dado cuenta de la cantidad de ropa que había en el suelo. Sus ojos se dirigieron durante unos segundos al interior del armario, el tiempo suficiente para ver catástrofe que estaba haciendo antes de que cerrara las puertas. Una de ellas quedó un poco abierto por la presión de su interior.

—Era mi madre —dijo, aunque eso ya lo sabía—. Está empeñada en que pase las vacaciones de año nuevo con ella.

Intenté empujar un poco más la puerta del armario, pero al momento en que la presión de mi cuerpo se apartaba esta volvía a abrirse. Me di por vencido, volviéndome hacia ella y evitando no hacer caso de la repentina vergüenza que sentía al ver mi habitación así.

—¿Dónde vive tu madre? —Pregunté.

Mi cerebro parecía estar en un estado de cortocircuito. No trabajaba bien. Las ideas, las palabras, no fluían a la velocidad a la que deberían. En aquel momento, sinceramente, la sonada frase los hombres pensamos con la polla podría encajar perfectamente conmigo. La miraba, y solo podía recordar una y otra vez la sensación de sus labios sobre los míos, la suavidad de su piel, el calor de su cuerpo...

Fui claramente consciente de que mis ojos estaban en un espacio indefinido entre los suyos y su boca cuando Emmy contestó.

—En Nueva York.

Mierda. Tenía que reaccionar. No era normal que tuviese tan poca fluidez. Emmy tiró de un mechón de su cabello, enredándolo con su dedo con nerviosismo. Me alentó un poco pensar que no era el único que había perdido un poco la cabeza por el momento.

—Nueva York es genial —comenté. Había estado allí en alguna ocasión, y me parecía una de esas ciudades a las que siempre quieres volver, de las que dejan huella.

—Lo sé, he vivido allí.

—¿En serio?

Asintió y dejó el mechón delantero de su cabello suelto de nuevo. Su mano fue a parar a su otro brazo, envolviendo los dedos a su alrededor. Aquella actitud me transmitió inquietud. Además, sus ojos abandonaron los míos.

Besos desde la Lunaحيث تعيش القصص. اكتشف الآن