Capítulo 39. Evan

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Escupí las dos patatas fritas alargadas a la mesa. Estaban demasiado saladas para mi gusto, pero solo por ver cómo Emmy se tapaba la boca con la mano para no mostrarnos del todo cómo se desternillaba de risa, había merecido la pena.

—A partir de ahora te llamaré Conde Dracula —bromeó Katy, apartando el resto de patatas de la cesta y acercándolas hacia ella—. Pero con la comida no se juega, así que no pienso darte más.

—Como mandes, reina patata —me burlé. Después de la broma de tener hijos con cara de patata el fin de semana que fuimos al cine, ese se había convertido en mi apodo para ella.

Emmy también robó una patata de la cesta, inclinándose sobre la mesa para agarrarla. Su hombro rozó el mío, pues estábamos sentados uno contra el otro, y sentí un escalofrío recorrerme.

—¿Habéis oído lo de la fiesta del fin de semana? —Comentó, volviendo a su sitio, como si ella no hubiese sentido absolutamente nada—. Dijeron que Joe acabó en el hospital.

Katy apretó los labios convirtiéndolos en una fina línea. Había algo de preocupación en su rostro.

—Dijeron que bebió hasta que acabó perdiendo el conocimiento.

—¿Crees que es por Chloe?

Intercambiaron una mirada de complicidad entre ambas. Luego Katy asintió.

—Estoy segura. Vamos juntos a clase de química y el otro día me estuvo preguntando por ella.

—Menuda mierda —suspiró Emmy, zarandeando otra patata frita entre sus dedos y observándola con la mirada perdida.

Katy parecía igual de pensativa. No conocía demasiado a Joe, pero intuía que hubo un momento en que llegó a ser amigo de ellas.

—Hasta ahora siempre he pensado que los chicos no se enamoraban, que eso solo nos pasaba a nosotras —comentó Katy—, pero me parece a mí que Joe estaba bastante más enamorado de Chloe que ella de él.

—¿Cómo que los chicos no se enamoran? —Pregunté, a sabiendas de que estaba cambiando de tema—. Sabes que eso es una gran tontería, ¿verdad?

Se encogió de hombros y comió otra patata. En el instituto no permitían tener Ketchup porque según su política de alimentación era poco saludable, quizás por eso no me gustaban tanto como las de los restaurantes.

—Ahora estoy empezando a pensar eso, pero si me llegas a preguntar hace un mes te hubiese dicho que sois unos insensibles.

Sabía que me estaba metiendo en terreno pantanoso, pero no pude evitar preguntar:

—¿Te han hecho daño alguna vez?

Negó enérgicamente con la cabeza.

—Para nada. Al contrario: no han podido hacerme daño porque nadie se ha fijado en mí.

Emmy le lanzó una patata que estaba a punto de llevarse a la boca. Esta se enredó en el pelo de Katy durante unos segundos antes de caer el suelo.

—¿Y que me dices de Matt? Estoy completamente segura de que él sí se ha fijado en ti.

—Por eso estoy empezando a pensar que los chicos también tienen sentimientos.

Pensé en los pocos amigos cercanos que tuve antes de mudarme a Florida. Estaba completamente seguro de que ellos también tenían sentimientos.

—¡Claro que los tenemos! —Alegué, ya algo molesto—. Los chicos también nos enamoramos, que lo sepas.

Katy apoyó los codos sobre la mesa y junto las manos, posando la barbilla en ellos y mirándome con picardía.

Besos desde la LunaWhere stories live. Discover now