Capítulo 14

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Me marché de casa justo después de comer, tras mucho pelear con mi padre y mi abuela para que me sacaran una foto. Solo era el baile de bienvenida. Ni siquiera era el de graduación. No entendían que no era tan crucial. Los estudiantes podíamos ir vestidos como quisiéramos, aunque en base a experiencias pasadas, era mejor ir arreglada.

Llegué al instituto dos horas antes de que el baile iniciara. Me había comprometido con Theresa y el comité de organización a ayudar a preparar el gimnasio para la fiesta. Como ya dije, no era un baile realmente muy importante, por lo que no nos habían prestado mucho dinero para organizarlo todo. Era diferente con la graduación. Tiraban el dinero por la ventana en cosas como alquilar un local en lugar de hacerlo en el instituto. Se notaba que varios estudiantes eran de familias pudientes, como Katy o Chloe. En cambio en este usábamos un templete temporal como escenario, la música vendría de un USB que se reproduciría por los altavoces del gimnasio, y el fotógrafo sería Greg, un chico con cámara del club de fotografía al que Tina había conseguido sobornar por veinte dólares.

Mi vestido era bastante sencillo, azul claro con vuelo. Tenía la largura justa para permitirme moverme por todo el gimnasio, decorando las mesas con manteles y las paredes con guirnaldas, y al mismo tiempo que nadie pudiese ver mi ropa interior. Me lo había regalado mi madre cuando cumplí los dieciséis años.

—Emma, aquí, ayúdanos a colocar los vasos por las mesas —me pidió Theresa, acercándose con varios montones de vasos de plástico de color naranja.

En un intento por evocar al verano y sus puestas de sol, toda la decoración del baile tenía colores como el azul oscuro, amarillo, anaranjado... Tina había organizado su disposición, y los manteles que tapaban la mesa estaban graduados desde el inicio al final. Conseguían un efecto bastante agradable.

Estaba colocando varios vasos dispersos cerca de las botellas de refresco y los recipientes con ponche que aún no habían sido adulterados, cuando una mujer que no miraba por donde iba chocó contra mí y tiró varios de los vasos al suelo.

—Lo siento mucho —se disculpó, agachándose junto a mí para ayudarme a recoger—. Estaba vigilando que la guirnalda de la pared estuviese recta y no te vi.

—No pasa nada.
En realidad me molestaba bastante. Llevaba tacones, y aunque no eran demasiado altos, hicieron que mi tobillo doliera un poco más de la cuenta al tambalearme con el golpe. Además Tina nos lanzó una mirada enfadada desde su posición en el centro del gimnasio. En aquel momento, a pesar de ser una mera estudiante más, ella era la que mandaba.

Juntas volvimos a poner todos los vasos sobre la mesa y me ayudó a que quedasen colocados en orden. La miré por el rabillo del ojo. Era alta y rubia, y para nada una estudiante. Tampoco una profesora, así que supuse que se trataría de una carabina, de la madre de un alumno que decidía echar una mano durante el baile y así de paso mantener vigilado a su hijo o hija.

—Muchas gracias —le agradecí, alzando mi mano hacia ella a modo de saludo cuando terminé de dejar el último vaso—. Soy Emmy, un placer.

—¿Emmy? —Repitió ella confundida, pero aceptó el apretón.

Me mordí la lengua a modo de regañarme a mí misma. Hacía tiempo que había dejado de presentarme a mí misma como Emmy porque la gente me miraba exactamente así, como si lo hubiese dicho mal. Pero estaba cansada, agobiada y no pensaba con claridad. Quise tomarme un café después de comer pero mi abuela no me dejó. Decía que era muy joven para abusar de la cafeína. Si tan solo ella supiera los litros que había bebido de aquel elixir revitalizante durante los últimos días.

—Quiero decir...

Comencé a rectificar, pero una mano se posó con fuerza sobre mi hombro, haciéndome callar al momento ante la fuerza del impulso. Reconocí la voz del entrenador en cuanto habló.

Besos desde la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora