Capítulo 28

29.2K 2.9K 582
                                    

Estaba empezando a lamentar haber escogido gimnasia como asignatura optativa. Sí, quería probarme a mí misma, tratar con nuevos retos, pero no imaginé que se me daría tan sumamente mal. El entrenador no había dicho nada sobre la prueba de baile. Sabía que estaba aprobada, pero eso era gracias a que la hice con Evan y él es mucho mejor bailarín que yo. De lo que no estaba segura era de haber conseguido una nota alta.

Y ahora me enfrentaba a algo casi peor: natación. Cuando más personas se habían apuntado a la clase de gimnasia, principalmente chicas, tocaba ponerse en un ridículo traje de negro de una sola pieza y enfundarse el pelo bajo un gorro de plástico apretado que hacía mi cabeza parecer más amorfa de lo común.

Con la toalla alrededor del cuerpo, caminé indecisa dentro de la piscina climatizada del instituto. Hacía tiempo que no teníamos equipo de natación, pero el instituto había decido mantenerla. Se había quedado algo obsoleta, con azulejos sueltos en el fondo de la piscina y duchas por las que el agua ya no corría. Al menos los vestuarios sí habían sido arreglados.

Me senté en uno de los tantos bancos, observando las uñas pintadas de azul claro de mis pies. No había sido buena idea hacerse la pedicura el día antes a sumergirme en agua llena de cloro, probablemente acabaría destrozada.

El entrenador llegó cargado de energía, luciendo un bañador multicolor y una camiseta ceñida. Evan estaba detrás de él. Me miró sonriente, y yo sentí mis mejillas enrojecer, aunque hice el esfuerzo para devolverle la sonrisa. Él no llevaba ninguna toalla, solo el bañador negro del instituto, apretado a sus caderas y suelto por las piernas. Tenía el pecho al descubierto, y me reñí a mi misma porque mis ojos querían mirarlo. Sabía que era algo normal, porque cuando ves algo fuera de lo normal (como en este caso, adolescentes semi desnudos), te llama la atención, pero no me gustaba el deseo tan grande que crecía dentro de mí de clavar los ojos en su pecho.

Solo llegué a bajar un poco la mirada a la altura de sus hombros, cuando el entrenador vociferó.

—¡Buenos días clase! El instituto ha sido tan amable de dejarnos estas instalaciones para hacer uso de ellas durante las siguientes clases de gimnasia, así que espero lo mejor de vosotros. Quiero que las tratéis bien y no rompáis nada. Comenzaremos repasando las normas de la piscina...

Mis oídos se volvieron sordos mientras él continuaba hablando. Parecía una broma aquello de "tratar bien las instalaciones y no romper nada". Tenía más miedo a hacerme una herida con algún azulejo suelto y que me entrara alguna enfermedad. Me fijé en mis compañeros. Al lado estaban sentadas un par de chicas, también tapadas con la toalla. Miraban de reojo a Evan. De vez en cuando cuchicheaban y reían entre ellas.

—...ni correr, ni saltar, ni comer...

El entrenador seguía relatando las normas sin percatarse de que apenas un par de alumnos estaban escuchándole. La mayoría de los chicos parecían centrados en hacerse bromas entre ellos o mirar a la Helena Johnson, la única chica que no llevaba una toalla. Ella era consciente de ello y les lanzaba miradas, especialmente a Joe. Helena era quien había bailado con él durante el anterior módulo de gimnasia. No la culpaba por su actitud, más bien envidiaba la seguridad que tenía en sí misma. Al ver a mis compañeras, podía notar que el resto estaban tan asustadas como yo de mostrarnos con una pieza de tela tan pequeña delante de todos.

Una fuerte palmada distrajo mi atención. No solo la mía, también la del resto de compañeros. El entrenador nos había llamado la atención.

—Dicho esto, ¡os quiero a todos en posición! Colocaros en fila de uno en uno: haremos largos de un lado a otro de la piscina. Cuando lleguéis al final, salís del agua y volvéis de nuevo a la fila.

Besos desde la LunaWhere stories live. Discover now