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Conseguí vendarle los ojos a Amelia con el pañuelo que llevaba atado a mi cabello poco antes de llegar a la zona del castillo. Apoyé mi mano sobre su rodilla, tranquilizando así el nerviosismo que demostraban sus piernas y sonreí al verlo todo tal y como lo recordaba.

- Děkuji – pronuncié dándole as gracias al conductor, provocando una sonrisa por parte de la morena al escucharme

- No sabía que también hablabas checo – dijo una vez la ayudé a salir del vehículo

- Te sorprenderías de lo bien que se me da hablar – confesé en su oído, bajando un poco mis labios hasta posarlos en su cuello, provocando un escalofrío por todo su cuerpo – déjate guiar – volví a susurrarle, agarrando su cintura por la espalda y caminando hasta el lugar que llevaba tiempo imaginando en mi mente

Paré nuestros pasos y deshice el nudo del pañuelo indicándole que tuviese todavía los ojos cerrados. Me coloqué a su lado y dejé que los abriera lentamente mientras yo apoyaba mi cuerpo suavemente sobre el suyo

- ¿Y esto? – consiguió preguntar, desviando por un momento sus ojos hacia los míos para volverlos a centrar en las luces que iluminaban la ciudad

- Praga – respondí sin poder dejar de mirar su rostro lleno de ilusión

- Es precioso

- Sí que lo es – dije agarrando su mano y obligándola a sentare en el borde de aquellas escaleras que permitían tan bonita vista

- Cuando bien en el viaje de fin de curso era por la mañana, todos los rejados estaban cubiertos de nieve, pero en mi cabeza solo era capaz de imaginar cómo se vería todo aquello de noche. Convencí a Marina para escaparnos cuanto la oscuridad empezara a caer sobre la ciudad y cogimos un taxi para llegar hasta aquí. Quedaban diez minutos para que cerraran todo, pero la escapada mereció realmente la pena

- Menudas dos – negó sonriendo justo antes de coger su cara entre mis manos y besarme – tienes la nariz helada

- Igual que tú – respondí arrugándola, ganándome así otro beso - ¿te apetece ver el castillo?

- Claro – se levantó, me tendió su mano y tiró de mi cuerpo hacia ella, aprovechando para abrazarme y acariciar mi espalda con sus manos, intentando así que entrara en calor.

Recorrimos el castillo, admirando su interior y salimos directas al Callejón del oro donde nos esperaban aquellas casitas de colores y la nieve cubriendo nuestros pies

- Esta es la casa de Kafka, ¿no? – preguntó Amelia parándose en el número 22 de la calle

- Sí

- Podríamos hacernos una foto – sugirió

- Y la colgamos en la librería, a ver si alguien la reconoce – bromeé

- Oye, pues no es mala idea

Negué sonriendo y saqué el móvil para juntas nuestros cuerpos y dejar inmortalizado aquel momento ante la casa de color azul. Me distraje un momento, mirando cómo había quedado la foto, cuando sentí como una bola de nieve impactaba contra mi espalda

- Oye – protesté haciéndole un puchero justo antes de recibir un segundo impacto – te vas a enterar – elevé la voz y me agaché para formar una bola de nieve que cayó en su brazo

Ambas empezamos a correr por allí, una detrás de la otra, aprovechando que apenas había ya gente por allí, hasta que Amelia consiguió detener la bola de mi mano y me abrazó sin dejar de acariciar mi pelo

Por tus ramasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora