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Tras aquella conversación con Luisita en la puerta del Asturiano, supe que no se podía quedar así. Estaba afectada por algo, eso era innegable y, aunque no me lo quisiera contar, no me veía capaz de dejarla sola durante la noche sabiendo las vueltas que podría darle a sus pensamientos.

Me desperté de madrugada sintiéndome sola en aquella cama y sin mis brazos rodeando su cuerpo. Palpé el colchón, buscándola y abrí los ojos lentamente mientras giraba mi cabeza hacia el escritorio y la vi allí, enfrente de su ordenador, mientras apuntaba algo en el cuaderno que siempre llevaba consigo por si la inspiración le llegaba de golpe.

Me levanté sin intención de hacer ruido y dejé un beso sobre su hombro, agachándome un poco para quedar a su altura y poder leer alguna de sus notas antes de que se diera cuenta y lo tapara con su mano como solía hacer siempre.

- ¿Qué escribes? – me interesé

- Nada – respondió rápidamente tapando la hoja y girándose para quedar enfrente de mí mientras yo la miraba sin creerme ese "nada" – escribir me relaja – confesó – y después de lo de hoy se me ocurrieron varias ideas para el libro – asentí sentándome en el borde de la cama

- ¿Quieres hablar? – le hice un gesto para que se sentara a mi lado – sé que te pasa algo y no hace falta que me lo cuentes si no quieres, pero creo que te vendría bien desahogarte

- No sé ni por dónde empezar – susurró bajando su mirada

- ¿Qué ha pasado en la terraza? Antes de salir a atender las mesas estaba todo bien – asintió dejando que la cogiera del mentón y me mirara a los ojos por primera vez en aquella noche

- ¿Te acuerdas cuando saliste con Cata para avisarme? – afirmé con mi cabeza cogiendo su mano y apretándola para que supiese que podía confiar en mí – ¿la mujer que estaba sentada en la mesa que atendía? – volví a asentir – era mi ex

- ¿Raquel?

- Sí – Luisita comenzó a mover su pierna nerviosa – se supone que estaba en Londres, pero ha venido a España por alguna reunión de su empresa y no se le ocurrió nada mejor que ir al Asturiano

- Quería verte, ¿no?

- Sí, de hecho me ha dicho que la llame para quedar estos días, pero me he negado en rotundo – dijo asegurándose de que yo no pensara nada raro

- Nunca me has contado qué pasó con ella

- Es una historia muy larga

- Tenemos tiempo hasta que suene el despertador

- Pero no vas a dormir nada, Amelia – me miró con cara de preocupación – y ya bastante poco te he hecho dormir algunas noches

- Luisita – apreté su mano con las mías – no me importa no dormir. Si no estás preparada para contármelo, no pasa nada, pero sabes que me da igual no dormir si con eso tú vas a estar un poquito mejor

- Sí que quiero contártelo – susurró casi interrumpiéndome

- ¿Segura?

- Sí

La acerqué un poco más a mí y besé sus labios en un contacto que llevaba ya un tiempo necesitando y que ella, por la forma desesperada que tuvo de buscar con ansia mi lengua con la suya, supuse que deseaba  tanto como yo. La separé poco a poco, no queriendo que aquello desembocara en algo con lo que evitar la conversación que teníamos pendiente y ella empezó a hablar en cuanto notó que su respiración se iba relajando poco a poco.

Por tus ramasWhere stories live. Discover now