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- Hola – susurré un poco tímida, moviendo mi cabeza hacia un lado, en cuanto estuve frente a ella

- Hola

- ¿Cómo estás? – me interesé viendo cómo las ojeras delataban lo poco que seguramente habría dormido estos días

- Supongo que más o menos como tú – respondió señalando mi rostro de cansancio

- Amelia... - solté con algo de valentía – necesito hablar contigo, por favor – ella giró su cabeza a ambos lados sopesando qué contestarme

- Creo que ahora no es el mejor momento – agaché mi cabeza derrotada – lo digo por toda la gente que hay  – soltó enseguida dándose cuenta de que quizás no había elegido las mejores palabras – si quieres puedes quedarte por aquí y hablamos después de cerrar, con algo más de tranquilidad

- Sí, claro – intenté sonreír y me fui hasta donde estaba mi hermana esperando para que dejaran a Paula libre y así hablar con ella un rato

Mi hermana me interrogó nada más acercarme a ella. Le dije que íbamos a hablar una vez cerrara y que seguramente la ayudaría a recoger todo lo que se había formado aquella tarde. María asintió sin necesitar más explicaciones y, después de un buen tiempo esperando, conseguimos acercarnos a la directora. 

Si la charla me había encantado, poder tener unos minutos a solas había sido un gran regalo para mí. Paula conocía el libro que había escrito, gracias a las recomendaciones de mi hermana, y me estuvo comentando lo mucho que le había gustado conocer la historia de Lucía y Aurelia y que más aún le había maravillado el hecho de que estuviera basado en una historia propia de mi familia. Pudimos conversar acerca de la adaptación cinematográfica que se iba a hacer, de lo maravillosa que era Cristina como directora y compañera y también un poco sobre varios escritores que a ambas nos encantaban.

Sobre las siete y media, Paula se excuso con otro compromiso y nos volvió a dar las gracias una vez más por tener aquel pequeño lugar y que diéramos por seguro que se pasaría de vez en cuando en busca de algún libro o para acudir a alguna de las charlas que se organizaran. María la acompañó hasta la salida y entró de nuevo diciéndonos que también se iba con la excusa de que tenía que pasarse por el King's antes de regresar a casa y ponerse a estudiar el guion para su próximo día de rodaje

- Parece que nos han dejado solas – comentó Amelia viendo cómo mi hermana desaparecía rápidamente por la puerta principal

- Eso parece – susurré un poco avergonzada - ¿quieres que te ayude a recoger todo esto?

- Si no te importa

- Claro, así terminaremos antes

Nos dividimos la sala en dos y comenzamos enseguida a recoger la cantidad de sillas que había por allí distribuidas y que habían sido insuficientes para toda la  gente que había aparecido al final. Amelia se acercó un momento al ordenador a poner algo de música y yo enseguida sonreí al escuchar la canción elegida y recordar todos los buenos momentos en los que nos había acompañado a las dos.

Seguí apilando sillas en lo que la morena aparecía de nuevo con útiles de limpieza para dejar todo aquello como nuevo y consiguió volverme a sacar una sonrisa cuando la escuché, con aquella voz tan bonita que tenía, tararear la canción. La miré por unos instantes, pero terminé desviando mis ojos de ella al sentir cómo me observaba de aquella forma que conseguía provocar escalofríos por todo mi cuerpo.

Mi cabeza iba a mil por hora. Aprovechaba cualquier instante en el que ella estuviese de espaldas a mí para fijar mis ojos en ella y quedarme pensativa sin que me importara la cara de embobada que seguramente estuviese teniendo en aquel momento

Por tus ramasWhere stories live. Discover now