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El ajetreo de vida que llevaba últimamente me tenía sin saber casi la hora en la que vivía. Al viaje a París, se sumaron las ciudades de Ámsterdam, Bruselas, Roma o la mismísima Londres, a la que en un principio me negué a ir por miedo a encontrarme con cierta persona, pero que, gracias a los ánimos de Amelia diciéndome que aquello sería una experiencia única que me haría olvidar todos los malos recuerdos que me generaba aquel lugar, conseguí ir, olvidarme de todo y disfrutar como una niña pequeña de toda la gente que fue a verme, me felicitaba y quería ver mi firma impresa en el ejemplar que llevaba entre sus manos.

Al ritmo de viajes se le sumaba también las reuniones para el guion de la película que ya iba cogiendo forma, de acuerdo con cada una de las ideas que iban saliendo y que terminaban siempre bajo la supervisión de Cristina y mía y a las primeras fases de casting que se estaba haciendo y que Amelia estaba pasando muy satisfactoriamente.

Todo esto había hecho que nos metiéramos en Navidades casi sin darnos cuenta, los días eran mucho más cortos y las calles estaban llenas de luces para alegría de mis hermanos pequeños que intentaban convencernos a Amelia y a mí cada día para que los lleváramos a Cortylandia o a los puestos navideños de la Plaza Mayor y así sacarnos alguna tontería que poder colgar en el árbol que adornaba ya el salón de nuestra familia. 

Finalmente, las dos terminamos accediendo y, después de un pequeño viaje que tuve que hacer hasta Barcelona, a la nueva sede que mi editorial había conseguido abrir allí, decidimos que el 22, justo después de que les dieran las vacaciones a los enanos, era el mejor día para llevarlos. No nos había tocado la lotería, pero poder tener a Amelia cada día y verla tan ilusionada con pasar nuestras primeras Navidades juntas era el mejor de mis premios.

- ¿Vas a llevar el gorro? – le pregunté a la morena con mi mejor cara de niña buena por si me dejaba apropiarme de aquella prenda que se había comprado hacia unas semanas y que me encantaba

- Sí, ¿por? – contestó ella desde el baño donde estaba terminando de arreglarse el pelo antes de salir para la casa de mis padres - ¿quieres robármelo una vez más? ¿no te basta con el jersey que sé que llevas ya puesto y que no me vas a devolver?

Me asomé a la puerta del baño, preparando mi mejor cara de niña buena, y vi cómo me observaba a través del espejo del baño

- Jo, Amelia, es que me gusta mucho – dije poniendo morritos mientras me acercaba lentamente a ella y rodeaba su cintura para tenerla más cerca

- No sé cómo lo haces, pero siempre te sales con la tuya

- Tengo mis trucos – susurré sobre su cuello antes de morder la zona provocándola un poco

- Luisi... no empieces que hemos quedado con tus hermanos en media hora y al final llegamos tarde

- Los enanos pueden esperar – colé mis manos por dentro de su jersey y comencé a acariciar su abdomen demostrándole mis intenciones y centrándome plenamente en su cuello

- Lo que yo te digo, siempre te sales con la tuya – susurró conteniendo ya un gemido antes de darse media vuelta, empujarme contra la pared del baño, y comenzar a saborear mi boca como si llevara demasiado tiempo sin probar mis labios.

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- ¡Ya era hora! – protestó Ciriaco desde la puerta de casa donde esperaba ya con su gorro, bufanda y guantes puestos

- Hola, ¡eh! – le dije pasando por su lado mientras le quitaba el gorro y le revolvía el pelo

- Jo, Luisi – contestó enfadado mientras se volvía a poner el gorro y comenzaba a mover sus piernas nervioso

Por tus ramasWhere stories live. Discover now