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El sonido de la alarma provocó que me despertara algo sobresaltada. Incorporé parte de mi cuerpo rápidamente, me froté los ojos como si aquello fuese a quitarme el sueño que tenía y me giré a uno y otro lado algo, desubicada, sabiendo que aquella no era mi habitación.

Las imágenes con todo lo que había pasado desde el viernes comenzaron a aparecer en mi cabeza y una sonrisa salió automáticamente de mis labios sabiendo también que aquella cama pertenecía a Amelia. Me levanté de la cama y cogí una camiseta ancha que había sobre el respaldo, me la puse para así tapar la desnudez de mi cuerpo, y salí al encuentro de la de rizos después de escuchar algo de ruido procedente de la cocina.

- Parece que por fin se ha despertado la bella durmiente – saludó sin apartar su vista de la tostadora

- Buenos días – susurré acercándome a ella, pasando mis brazos por su cintura y refugiándome en su cuello

- ¿Has dormido bien? – asentí sin moverme – He hecho un poco de todo para desayunar, si quieres puedes irte dando una ducha en lo que termino y así vamos un poco más rápido

- ¿De verdad tenemos que ir a la librería hoy? – protesté poniendo un pequeño puchero que ella no tardó en besar después de girarse y acariciar mi mejilla

- Si quieres puedes pasar la mañana aquí, prometo no descontártelo de tus vacaciones

- Pero es que si no te quedas tú también no tiene gracia – Amelia se encogió de hombros sin apartar su cara, notando cómo su respiración se mezclaba casi con la mía – está bien, me iré a duchar – dije dándome media vuelta – y tú mientras vigila esas tostadas porque empieza a oler a quemado – se giró rápido para sacarlas de la tostadora y, en cuanto escuchó mi risa y vio que se trataba de una broma, me alcanzó con el trapo que tenía con la mano para darme en el culo muy suave a modo de venganza

La ducha me vino muy bien para que el sueño que tenía acumulado de todo el fin de semana casi no se notara en mi cuerpo. Me envolví en una toalla e hice lo mismo con mi pelo para que no goteara por toda la casa y salí de nuevo hacia la cocina donde Amelia me esperaba con toda la mesa llena de comida. Su mirada fue directamente a mi cuerpo y noté cómo se mordía el labio al ver que aparecía cubierta tan solo por las dos toallas

- Me vas a matar, Luisita – soltó en cuanto me senté enfrente de ella

- No quería que se enfriara el desayuno con tan buena pinta que has hecho – le guiñé el ojo y cogí la taza de café

Conseguí que Amelia se centrara en otra cosa, que no fuera en mí con la toalla puesta, durante el desayuno y al final disfrutamos de aquel momento las dos a solas entre risas y comentarios de lo bonito que había sido pasar aquel fin de semana las dos juntas sin nadie que nos molestara. Sin embargo, todo llegaba a un final y aquello no iba a ser menos puesto que esa misma noche me tocaba volver a casa a dormir y cuidar de mis hermanos pequeños sabiendo que mis padres y mi abuelo estarían hasta tarde trabajando.

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Abrí la puerta de la librería y encendí la luz haciendo tiempo en lo que Amelia llegaba de imprimir un par de folletos que quería sacar con la nueva charla que habría dentro de un par de semanas. Dejé en el almacén el portátil que me había llevado por si hubiese algo de tiempo libre y así escribir todas las ideas que empezaban por fin a surgir en mi cabeza, y cogí la lista con los libros que había que reponer antes de que llegaran los primeros clientes.

La puerta sonó apenas cinco minutos después con la morena entrando y dejando a continuación el taco de folletos que quería distribuir y que comenzó por dejar parte en una de las mesas para todos los clientes que se fueran acercando aquellos días.

Por tus ramasDove le storie prendono vita. Scoprilo ora