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Cada plan que había organizado Amelia en aquellas vacaciones me parecía prácticamente de ensueño. Habíamos podido estar en la playa casi todo el día sin que apenas nadie nos molestara, habíamos disfrutado de un buen plato de arroz por allí cerca y nos habíamos comido a besos entre ola y ola.

Todo estaba saliendo tan bien que no quería defraudar a la morena en la cita que había preparado para nosotras aquella noche. Nos esperaba una terracita al lado del paseo marítimo, con las mesas iluminadas por velas y la intimidad necesaria para que ninguno de los demás comensales llegase a escuchar nada de lo que estábamos hablando.

Salimos del hotel con el tiempo un poco justo, y agradeciendo haber optado por unas sandalias planas para poder acelerar nuestro paso y no terminar perdiendo la reserva. Una camarera nos atendió enseguida, indicándonos cuál era nuestra mesa, y, una vez nos sentamos, pudimos comprobar cómo se distinguía el agua a lo lejos a pesar de que ya estaba oscureciendo. Nos dio una carta para cada una, junto con una más pequeña donde venían todos los vinos que ofrecían y nos permitió unos minutos para decidir por qué nos íbamos a decantar aquella noche.

- ¿Me dejas que sea yo la que decida por las dos? – le pregunté viendo las vueltas que le estaba dando a las páginas del menú

- ¿Quieres sorprenderme? – levantó la vista guiñándome el ojo

- Déjame probar al menos

- Está bien, me fío de tu criterio – rozó su mano con la mía y sus dedos comenzaron a acariciar el dorso de ésta en lo que volvía a aparecer la camarera

La chica tomó el pedido de varios platos para compartir y regresó poco después con la botella de vino que había elegido y que dijo ser la mejor elección para acompañar a la comida. Sirvió un poco en cada una de las copas y se marchó enseguida dejándonos ese momento de intimidad para poder chocar nuestras copas y brindar por un futuro juntas.

- Está bueno – comentó Amelia dejando de nuevo la copa sobre la mesa

- ¿Sí? – le pregunté sugerente – pues fíjate que yo creo que va a saber mejor de esta manera – me levanté un poco, lo justo para quedar a la altura de sus labios y los saboreé con delicadeza viendo cómo la de rizos se ruborizaba ante aquel contacto – sí, mucho mejor

- Estás loca – susurró

- Por ti – negó con la cabeza y concentró su vista en uno de los camareros que se acercaba ya hacia nosotras con los dos primeros platos que habíamos pedido

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- Estaba todo riquísimo – Amelia saboreaba la última cucharada de aquella tarta de queso que habíamos pedido para compartir mientras yo no podía dejar de observar lo guapa que se la veía bajo la luz de las velas y de la propia luna que se reflejaba justo detrás de ella

- Es que yo tengo muy buen gusto para todo

- Ah, ¿si?, ¿para todo? – asentí sin dejar de mirarla y ella rió mordiéndose el labio viendo mis intenciones

Pagamos la cuenta y decidimos dar un paseo por la orilla del mar, mojando nuestros pies mientras nuestras manos permanecían enlazadas. De repente, hice parar a Amelia un segundo de aquella conversación sobre cine que estábamos manteniendo, la miré a los ojos y capturé sus labios pillándola desprevenida. La de rizos no tardó mucho en seguir mi ritmo apoyando una de sus manos en mi nuca para profundizar aún más aquel contacto en el que nuestras lenguas se encontraban, disfrutando aún del sabor a dulce de hacía unos minutos

Nos miramos durante unos segundos, con nuestras frentes pegadas, y ambas entendimos las ganas que teníamos de encontrarnos la una a la otra. Cogí rápidamente su mano y tiré de ella para correr por las pocas calles que nos separaban del hotel y llegar lo antes posible, sin importarnos ir descalzas o las miradas que nos dedicaban algunos curiosos que estaban por ahí.

Por tus ramasNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ