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La cama de la habitación de invitados de mi hermana se me había hecho más grande que de costumbre. María se había tenido que levantar a las cinco de la mañana para ir a grabar la serie en la que estaba trabajando últimamente y, a pesar de que quiso hacer el mínimo ruido posible, consiguió que me despertara al no notar ningún contacto y que no consiguiera volverme a dormir.

Me di una ducha de agua fría y me fui hasta la cocina donde mi cuñado estaba ya terminándose de tomar su café antes de irse al despacho de abogados en el que trabajaba. Dejó un beso sobre mi frente, supongo que ya informado por mi hermana de que algo me había sucedido, y se fue dejándome sola también en aquella casa y sintiendo un frio recorrer todo mi cuerpo a pesar de los casi treinta grados que marcaba ya mi móvil a pesar de ser tan solo las nueve y media de la mañana.

Conseguí beberme la mitad de la taza de café que reposaba enfrente de mí y darle un muerdo al croissant que seguramente habría comprado Nacho antes de desayunar él también. Escuché la notificación de mi móvil y lo cogí rápido para ver si era Amelia, pero en cambio me encontré con un mensaje de mi hermana preguntando qué tal estaba y que en cuanto tuviese un rato libre me llamaría para que pudiésemos hablar. 

Dejé todo recogido en la cocina, cogí mis llaves, entre las que estaba un juego de la casa de María, y cerré para ir rápidamente hasta mi casa, cambiarme de ropa e irme a la reunión con Cristina a ver si así al menos también conseguía despejar un poco mi cabeza y no pensar demasiado en lo que había pasado la noche anterior.

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La mañana en los estudios donde nos reuníamos se me había hecho demasiado lenta. Cristina tuvo que repetirme las cosas varias veces y, finalmente, decidió que era mejor que lo dejáramos todo para la semana que viene y tomarnos unos días de descanso viendo que el proyecto iba bastante avanzado. Se interesó por mí una vez que todos se marcharon y al ver mi cara y mis pocas ganas de hablar me aconsejó que lo mejor que podía hacer era desconectar de todo e intentar solucionar aquello que me había puesto así.

Cogí el coche que me devolvía a la Plaza de los Frutos y volví a mirar el móvil. Tenía otro mensaje, esta vez de Marina, que me indicaba que me pasara por el Asturiano en cuanto tuviese un rato libre para poder hablar conmigo sobre lo que había pasado el día anterior.

Subí a casa rápidamente para dejar las copias de lo que llevábamos de guion y me bajé sin dar explicaciones a nadie.

Marina estaba ya esperando en una de las mesas de la terraza. Ocultaba su mirada a través de sus gafas de sol y miraba distraída el periódico para el que trabajaba. Levantó un momento su vista y me vio saliendo del portal de casa, se levantó y me abrazó enseguida

- ¿Cómo estás? – preguntó después de soltarme mientras me sentaba enfrente de la silla que ella ya había ocupado

- No muy bien – respondí encogiéndome de hombros

Mi abuelo nos interrumpió enseguida con su característica sonrisa y le pedimos un par de cafés con algo para acompañarlo. Llevaba todo lo que llevaba de día con el estómago cerrado, no había apenas desayunado, ni siquiera comido, pero ante las insistencias de mi abuelo de probar lo ricas que le habían quedado las rosquillas aquel día no podía negarme y hacerle ver que pasaba algo.

Volvió poco después, en lo que Marina plegó de nuevo el periódico y ambas nos quitamos las gafas de sol, yo dejando al descubierto mis ojeras y ella para poder ver mejor mi cara. Lo dejó todo sobre la mesa y se fue a atender más clientes que acababan de llegar

- ¿Cómo está Amelia? – me interesé enseguida

- No he podido ni hablar con ella. Esta mañana cuando me levanté ya se había ido, me pasé por la librería antes de ir a la redacción, pero la tenía cerrada con llave y no quiso abrirme a pesar de que sabía que estaba allí dentro

Por tus ramasUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum