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Los dedos de Amelia acariciando uno de mis costados, mientras me abrazaba por la espalda, consiguieron que poco a poco fuera abriendo los ojos y disfrutara del momento. Había llegado hacia un par de horas de una nueva reunión con Cristina y el resto del equipo y, después de comer en casa, habíamos decidido echarnos un rato en la cama para afrontar con más energía de la que teníamos la tarde que nos quedaba por delante a las dos en la librería.

- Buenas tardes, cariño - pronunció con la voz un poco ronca, mostrando que no hacía mucho que se había despertado. Yo ronroneé, echándome para atrás para encontrar bien el hueco de su cuello y quedarme allí escondida todo el tiempo que fuera posible - venga, que si seguimos así no nos va a dar tiempo ni a tomarnos un café antes de bajar

Me di media vuelta para poder mirarla y decidí unir mis labios con los suyos para ver si así iba recuperando el ánimo que tanto necesitaba para no quedarme de nuevo dormida. Amelia aceptó encantada el contacto y, poco a poco, la tensión que había en la habitación fue escalando. La morena volvió a girar mi cuerpo para poder quedar encima de mí y empezar a desabotonar la camisa veraniega que había elegido para aquel día, mientras no paraba de probar mis labios con los suyos. El sonido de nuestras risas se mezclaba con el de nuestros besos dándonos igual todo lo que pudiese suceder a nuestro alrededor, e incluso que tuviésemos que abrir un poco más tarde aquel día.

- ¡Mierda! Perdón, perdón - la voz de Marina nos sacó de nuestro mundo haciendo que nos separáramos de golpe y yo me llevase inmediatamente las manos a la parte que la de rizos había conseguido desabrochar de mi camisa para que ella no viese nada

- Marina, que no pasa nada

- Lo siento, de verdad, yo me voy ahora mismo a por un café a la cocina y aquí no ha pasado nada - nuestra amiga salió corriendo de allí en dirección a la cocina dejándonos a las dos sin saber qué decir

- Para la próxima, deberíamos asegurarnos de que la puerta está cerrada - comenté en broma viendo cómo Amelia no sabía dónde meterse

- Voy a ir a hablar con ella - se levantó enseguida de la cama, sin caer en que tan solo llevaba una camiseta que dejaba mucho que ver a la imaginación

- Amor - la frené cogiéndola del brazo - que ya voy yo, tú vístete, anda - besé sus labios brevemente, me coloqué un poco el pelo y salí a la cocina

Marina estaba sacando los platos del lavavajillas mientras se preparaba un café y observaba su móvil de vez en cuando con algo de nerviosismo. Me quedé unos segundos mirándola desde la puerta y, finalmente, me decidí a entrar

- ¿Me pones uno a mí también, porfa? - mi amiga se sobresaltó y, casi de manera mecánica, sacó otra taza más, me echó un poco de café, como yo me lo solía tomar y lo dejó encima de la mesa sin decir nada más y volviendo a todo lo que estaba haciendo - Marina - la frené - yo no sé qué os pasa en esta casa - comenté más para mí misma viendo lo embalada que estaba - ¡Marina! - grité un poco más fuerte para que me hiciese caso

- ¡Qué!

- Que si te puedes sentar conmigo a tomar el café - ella asintió cogiendo su taza y sentándose enfrente de mí sin dejar de remover la cucharilla dentro de la taza - la vergüenza la debería de tener yo - dije notando cómo no era capaz ni de mirarme a la cara

- Lo siento mucho, Luisita, de verdad. Si es que iba pensando en mis cosas y no reparé en nada más - soltó

- Marina, que no pasa nada - cogí su mano para que me mirara - además que mejor tú que mi padre - dije consiguiendo que sonriera - si la culpa ha sido nuestra por no cerrar la puerta, te prometo que no volverá a pasar. Solo espero que como venganza no se te ocurra ahora liarte con Mateo en el sofá del salón - me reí

Por tus ramasWhere stories live. Discover now