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Raquel se había levantado de aquella típica silla de bar y se había ido acercando hasta la esquina de la terraza en la que yo me había refugiado poco a poco, después de haber reconocido su voz. Escuché cómo me llamaba y, a pesar de los esfuerzos que había hecho, no me quedó más remedio que dar media vuelta para encontrarme de frente con aquella persona alta, de media melena castaña, que en su momento hizo que me olvidara hasta de mí misma

- ¿Qué haces tú aquí? – repetí

- Hemos terminado unas reuniones por la zona y como sabía que quedaba el bar cerca hemos decidido venir – respondió señalando al grupo que estaba sentado en la mesa

- Ya, seguro

- ¿Acaso no puedo venir al Asturiano? – preguntó

- No creo que sea la mejor idea cuando sabes perfectamente que es el bar de mi familia y que yo seguramente esté por aquí

- Bueno, a lo mejor es que me apetecía y he aprovechado la oportunidad. ¿Cómo estás?

- Ya, pues a mí no me apetece nada verte – contesté esquivando la caricia que iba a hacerme en la mejilla

- Va, Luisi – movió su cabeza sin dejar de mirarme – me he enterado de que conseguiste publicar el libro. Sabía que lo harías – comentó eludiendo lo que le había dicho hacia escasos segundos

- Pero si tú jamás confiaste en mí – le reproché – lo único que querías era que te siguiera a todas partes y aprovecharte

- ¿Y Cata? Debe estar muy mayor ya – siguió a lo suyo mientras yo me movía hasta la mesa donde estaba el resto de sus compañeros sentados

- ¿Quieres tomar algo? – le pregunté evitando responder cualquier pregunta que tuviese que ver conmigo o con mi familia – porque si no es así, os invito a que os vayáis y dejéis la mesa a otros clientes

- Siempre me gustó tu carácter – deslizó su mano por mi brazo y volvió a sentarse animando al resto de sus compañeros a pedir unas cuantas tapas y algo de beber para acompañarlas

Estaba ya terminando de apuntarlo todo en la libreta, cuando el estado de nervios en el que me encontraba hizo que me sobresaltara al sentir una mano que se posaba en mi cintura

- Cariño, dice tu abuelo que si terminas para entregarte la cuenta de un par de mesas – dijo Amelia – Yo voy a subir un momento a tu casa con Cata para coger unas cosas que me ha pedido para la cena

- Sí, sí, ahora mismo voy – respondí un poco ida

- ¿Estás bien? – colocó la mano que tenía libre en mi mejilla, acariciándola con su pulgar mientras me miraba preocupada

- Sí, no te preocupes – intenté sonreír para quitarle importancia

La morena dejó un beso en mi mejilla ante la atenta mirada de Cata y se dirigió hacia el portal, que quedaba justo enfrente, sacando las llaves que imaginé le había prestado mi abuelo para que pudiese entrar

- ¿No me digas que esa era Cata? ¿Y esa chica tan guapa? – se interesó Raquel tras presenciarlo todo

- Creo que eso a ti no te importa – recogí dos vasos que quedaban en le mesa – ahora mismo os lo traigo – dije dirigiéndome al resto de las personas que estaban allí de la manera más amable que me podía salir en aquel momento

Regresé al interior del bar notando cómo Raquel me perseguía con la mirada. Dejé le bandeja de mala gana sobre la barra, sintiendo cómo mi humor había cambiado por completo e intentando relajar aquel estado de nervios que me había provocado verla de nuevo

Por tus ramasWhere stories live. Discover now