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Luisita estaba muy callada desde que salimos de casa camino al hospital y la entendía perfectamente. La ayudé a entrar en el coche y yo hice lo mismo segundos después. La miré observando cómo intentaba retener sus lágrimas y no me pude resistir a poner una mano sobre su rodilla y acariciarla mientras la miraba con cariño.

- Va a estar todo bien, ya lo verás – ella asintió con la cabeza aún agachada y yo me dispuse a poner el coche en marcha. Estaba muy acostumbrada a encender la radio y escuchar algo de música, me ayudaba a conducir más concentrada y despejar mi cabeza, pero entendía que no era el momento más adecuado para hacerlo

- ¿Y si le ha pasado algo grave? ¿y si no sale de esta? – preguntó cogiendo carrerilla sin dejar de separar la vista de sus manos, moviéndolas con nerviosismo

- No pienses en eso, no te pongas en lo peor – pude desviar mis ojos un momento y conseguí que conectaran con los suyos

- Gracias

- ¿Por qué? – pregunté sin saber

- Por acompañarme

- No tiene importancia – le sonreí y volví a concentrarme en la carretera

El hospital no quedaba muy lejos de mi casa, unos quince minutos en coche. Aparqué bastante cerca y pasé un brazo por la espalda de la rubia en cuanto bajó. Necesitaba a alguien que estuviera a su lado y que no se separara de ella. Sus padres estaban en la sala de espera y se acercaron corriendo a abrazarla en cuanto nos vieron aparecer por allí.

- ¿Cómo está? – preguntó rápidamente nada más separarse del abrazo. Yo hice el amago de apartarme y dejarles algo de intimidad, pero Luisita agarró fuerte mi mano y no dejó que me moviera de allí

- Está bien – Luisita soltó todo el aire al escuchar aquello – van a llevarla a quirófano porque tiene fractura de radio y cubito, pero lo demás son solo golpes del accidente. 

- Menos mal – apretó fuerte mi mano y me miró. Yo la sonreí y susurré un te lo dije que solo ella pudo escuchar

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Los padres de Luisita se fueron a la cafetería a por algo de cenar mientras ella y yo nos quedábamos en la sala de espera por si había alguna novedad. Habían venido directamente del bar y no les había dado tiempo a comer nada.

Me levanté un momento a la máquina de café que estaba al inicio del pasillo y le llevé uno a Luisita tal y como me había pedido para poder aguantar las horas despierta.

- Gracias – sonrió y lo cogió agradeciendo el calor que desprendía el vaso – Amelia, puedes irte si quieres, me da cosa tenerte aquí esperando a estas horas

- ¿Quieres que me vaya? – pregunté algo dudosa

- La verdad es que no, pero tampoco quiero que estés toda la noche sin dormir por mi culpa

- Entonces me quedo, no hay más que discutir – removí el café con aquel palo de plástico que dejaban siempre en el interior del vaso y le di el primer sorbo comprobando que ya no quemaba tanto

- Gracias – Luisita me miró enternecida – poca gente haría esto por mí y menos sin apenas conocerme

- Bueno, nos queda una noche muy larga por delante, podemos seguir conociéndonos – solté casi sin pensar – lo siento – dije casi de inmediato al ver la cara que había puesto – no es el momento, lo entiendo

Por tus ramasWhere stories live. Discover now