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Estar en aquella cama, desnudas, con Luisita dejando besos por toda mi espalda, que me provocaban escalofríos por todo el cuerpo, era una sensación difícil de explicar, pero, a la vez, más maravillosas. Me giré un poco para poder mirarla y esta vez sus labios fueron directos a los míos.

- ¿Soy yo o lo que ha pasado antes ha sido mágico? – preguntó separándose un poco de mi rostro

- Las dos cosas. Ha sido mágico y tú también lo eres – se volvió a acercar a mí y nos volvimos a besar, esta vez con más tranquilidad, sin segundas intenciones, solo con la necesidad de disfrutar de nuestros labios

Las horas a su lado pasaban volando. Llevaba enamorada de ella prácticamente desde la primera vez que la vi. Yo, que era de esas personas que no creen en el amor a primera vista, había caído rendida ante ella en el primer instante en el que se presentó en el bar de su familia.

Nos quedamos disfrutándonos la una de la otra en aquella cama hasta que nuestros estómagos nos recordaron que llevaban bastante tiempo sin ningún tipo de alimento. Me levanté de la cama, aprovechando que Luisita se metía en la ducha, decidida a preparar una comida con la que poder sorprenderla, más aún sabiendo los dotes que ella tenía en la cocina después de haberse criado cerca de una.

Rebusqué entre los cajones y la nevera y encontré un tutorial de Youtube con el que poder hacer algo decente con lo que tenía allí, robándole también alguna que otra cosa a Marina. Le di al play y comencé a seguir los pasos uno a uno intentando que aquello no terminara siendo un auténtico desastre.

- Mmmmm, huele bien – Luisita me abrazó por la espalda al verme concentrada con la comida – aunque no tan bien como tú – siguió mientras dejaba besos cortos por mi cuello y se refugiaba en aquel lugar

- ¿Qué dices? Si necesito una ducha cuanto antes – me giré para poder quedar frente a ella y besarla bien

- Te he robado el champú y esta camiseta que había encima de la silla – dijo señalándose a sí misma para que viera la camiseta larga que yo usaba a veces para estar en casa – no te importa, ¿no?

- Al contrario, me encanta – me sonrió y yo no pude más que perderme un rato en ella

Los besos volvieron a escalar de intensidad y la noción del tiempo se nos fue por completo a las dos, hasta que un olor hizo que la rubia se separar de golpe

- Amelia, ¡la comida! – exclamó al comprobar de donde venía aquel olor y acercarse corriendo al fuego

- ¡Mierda! – me uní a ella y comprobé que aquello era ya incomible, mientras Luisita comenzaba a reírse al ver la escena – oye, no te rías – protesté – que quería sorprendente

- Pero si a mí con estar aquí contigo me vale – se mordió el labio y se acercó más a mí para apoyar sus manos en mi cadera y acariciar el lugar - ¿qué te parece si pido yo ahora cualquier cosa y tú mientras te das una ducha?

- Está bien – acepté – pero prometo que te lo compensaré con lo que tengo preparado para esta tarde

- Me muro de ganas de verlo – la besé y me fui hacia el baño mientras ella cogía su teléfono y buscaba la aplicación de comida a domicilio.

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Al final, entre comer tarde y la siesta que habíamos terminado echando las dos en el sofá, abrazadas y compartiendo aquel pequeño espacio, llegó la hora de prepararnos para ir a la cita, casi improvisada, que le había preparado.

Por tus ramasWhere stories live. Discover now