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El piso de Marina y Amelia aquella noche me pareció más acogedor que la última vez. Dejé mi abrigo y el bolso en el perchero que tenían en la entrada y me senté en el sofá como ellas me indicaron. Cogí mi móvil en lo que cada una iba a su habitación y, al ver que no salían, cotilleé también algunas de las fotografías que tenían colgadas sobre la pared que quedaba frente a la mesa que supuse utilizarían como escritorio.

Me hizo mucha gracia ver una imagen de Amelia sosteniendo su pequeña bicicleta que hacía juego con un chándal verde, que yo recordaba haber tenido también en aquella época, y con sus rizos, ya característicos entonces, algo revueltos por el aire. Observé la que tenía a su lado y me planteé mil preguntas al ver que con ella aparecía una mujer morena muy guapa que la abrazaba. Quise seguir mirando, pero el sonido de una de las puertas me sobresaltó y disimulé cogiendo el móvil como pude

- Perdona, pero es que me llamaron por teléfono y por eso he tardado algo más – se disculpó Amelia yendo hacia el sofá e indicándome que hiciera lo mismo – y Marina seguramente estará hablando con Mateo, ya sabes – rodó sus ojos - ¿te apetece tomar algo en lo que pedimos y viene la cena?

- No, estoy bien – respondí algo nerviosa sentándome a su lado, pero poniendo algo de distancia en el medio.

- ¿Te gustó la charla de Elvira? – preguntó para romper el hielo mientras yo no dejaba de moverme mi pierna

- Me ha parecido una pasada, la mía a su lado va a ser una mierda

- No lo creo – respondió sincera – tienes muchas cosas de las que hablar y seguro que hay mucha gente encantada de poder escucharlas

- ¿Tú crees? – asintió – he estado preparándome algo, pero creo que lo mejor es ser yo misma y dejarme guiar por lo que me vaya saliendo en el momento

- Creo que es lo mejor que puedes hacer, cuanto más natural, más vas a gustar a la gente.

- Eso espero – susurré mirando hacia la puerta de Marina esperando a que saliera y al ver que no volví a mirarla a ella – había pensado en hablar un poco sobre cómo surgió la idea, de la historia de mi familia y a partir de ahí improvisar

- Me gusta, seguro que lo haces muy bien – apoyó la mano sobre mi rodilla y me hizo un gesto de cariño

Marina salió en aquel momento con la sonrisa de quién acaba de hablar con la persona a quien quiere. Amelia y yo nos dedicamos una mirada graciosa y no dejamos de observarla hasta que se sentó en el sillón que quedaba justo a mi izquierda

- ¿Por qué me miráis tanto? – preguntó algo cohibida consiguiendo que nos echáramos a reír

- Qué bonito es el amor, amiga – dijo Amelia con gracia – te vuelves más tonta y todo

- No hables muy alto, a ver si pronto eres tú la que te vuelves así – le guiñó un ojo y yo me pregunté si aquello tendría algo que ver con la chica morena de la foto

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Las tres estuvimos de acuerdo en pedir comida italiana para aquella cena. Yo me moría por probar una de las deliciosas pizzas que tan bien me habían vendido las dos y ellas decidieron acompañarlo también de diferentes aperitivos que según decían merecían la pena probar.

El repartido tardó bastante poco en aparecer con todo el pedido, algo que agradecí con el hambre que tenía. Lo colocamos todo sobre la mesa que quedaba enfrente del sofá y Amelia eligió la película que íbamos a ver mientras devorábamos toda la comida que habíamos pedido y que vista sobre la mesa parecía demasiado para solo tres personas.

Por tus ramasحيث تعيش القصص. اكتشف الآن