Epílogo

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Todo tiene un final, como casi todo en esta vida y nuestro viaje a Praga no iba a ser menos. Sin embargo, de aquello había pasado ya un año, un año desde que estaba casada con la mujer más maravillosa del mundo y un año desde que nuestra vida se llenaba solo de noticias buenas.

Mis hermanos habían crecido muchísimo en este año, al igual que la carrera artística de Amelia, y al igual que poco a poco iba creciendo mi barriga, pero ese es otro tema. Tras el rodaje de la película basada en mi libro, Cristina decidió que no podía dejar escapar el talento de mi mujer y fue hablando en todas las entrevistas de lo maravillosa que era como actriz y así irle dando voz. Ella también había atendido varias entrevistas y su nombre empezaba a sonar en distintos medios a pocos días del estreno a nivel nacional de la película.

Charo, su representante, le había ido consiguiendo diferentes castings para nuevos proyectos que iban saliendo y, por ahora, parecía que iba a tener suerte en alguno de ellos. Y, en cuanto a mí, eran varias las productoras que se empezaban a interesar por mi nuevo trabajo como guionista, pero de momento, me había dedicado a terminar el libro que había empezado a escribir poco después de conocer a Amelia y a empezar a reunir cada uno de los testimonios de la gente que se había acercado a mí durante las firmas y que veía tan necesario contar.

No era un proyecto fácil, pero había contado con la ayuda de Lourdes desde el primer momento y desde la editorial dieron el visto bueno nada más presentarles la idea.

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- ¿Estás lista? – preguntó Amelia entrando en la habitación de nuestra nueva casa. La habíamos alquilado hacía apenas un par de meses en el centro de Madrid, pero manteniendo todavía la conexión con el barrio que nos había visto conocernos y donde seguía estando la librería

- Sí – asentí sin dejar de mirarme en el espejo y la morena rápidamente se acercó, pasando sus manos alrededor de mi cintura y desplazándolas lentamente hacia mi tripa

- Ya se empieza a notar – susurró sin dejar de acariciar la zona

- Así estoy – solté con un pequeño puchero. Amelia me dio la vuelta y dejó su rostro justo enfrente del mío

- Estás guapísima, cariño – dijo besándome dulcemente – y este traje azul... - siguió mordiéndose el labio

- ¿Qué pasa con el traje? – quise saber

- Que te queda genial, parece como si estuviera hecho a tu medida

- Eso eres tú, que me ves con buenos ojos

- Mi amor... - me animó a que me sentara en la cama y ella hizo lo mismo – estás preciosa y lo estás aún más porque aquí dentro llevas una de las cosas más bonitas que nos va a pasar en la vida – posó su mano en mi barriga y comenzó a acariciarla sin dejar de mirarme – así que deja de decir tonterías- soltó riendo

Asentí devolviéndole la sonrisa y uní mi frente con la suya para poder besar bien sus labios.

- Tú me dijiste que íbamos a ser las mejores madres que hubiese, pues empieza a creértelo tú también – volvió a besarme y se levantó para mirarse por última vez en el espejo y comprobar que aquel vestido de flores era el adecuado para la presentación de su primera película. Y la verdad es que no podía tener ninguna duda de ello, porque le quedaba perfecto – te espero en el salón, no tardes – volvió a acercarse a mí y me besó antes de desaparecer por la puerta de nuestro dormitorio.

Tras una larga conversación, habíamos decidido que queríamos ser madres jóvenes y que nuestra situación nos daba la estabilidad necesaria para empezar a intentarlo. Quedamos en que yo sería quién se iba a quedar embarazada puesto que Amelia estaba empezando a destacar como actriz y un embarazo, por muy injusto que suene, volvería a frenarla. Además, ella siempre repetía las ganas que tenía de tener una pequeña rubita por casa y, aunque todavía no sabíamos el sexo del bebé porque apenas estaba de tres meses, todas las personas a las que ya se lo habíamos contado estaban seguras de que íbamos a tener una niña.

Por tus ramasWhere stories live. Discover now