32

3.3K 267 92
                                    


Luisita recorría mi espalda desnuda a base de besos, consiguiendo que mi piel se erizara con cada contacto. Después del beso en la puerta, que tanto ansiábamos las dos tras unos días un poco complicados, aprovechamos que no había nadie en su casa para dar rienda suelta al deseo y la pasión que aumentaba a cada segundo al igual que lo hacía la unión de nuestros labios.

Cuando la rubia se fue de la librería tras liberarse del nudo que seguramente la llevaba oprimiendo desde aquella noche y confesar lo enamorada que estaba de mí, no pude controlar el llanto. Mis ojos se quedaron fijos en la puerta por la que se había marchado y me di cuenta de que no quería perderla, de que jamás podría llegar a enamorarme de otra persona que no fuese ella porque era todo lo que llevaba buscando desde hacía tiempo. Esa otra mitad que termina de completarte y que hace que tu vida sea mucho mejor solo por el hecho de tenerla a tu lado.

El sonido de la puerta y las voces de los padres de Luisita, obligando a Ciriaco y Catalina a pasar por el baño y lavarse las manos, hicieron que nos levantáramos de golpe y rebuscáramos la ropa que nos había sobrado minutos antes, por miedo a que alguno de ellos entrara en la habitación y nos encontrara completamente desnudas.

- ¿Por qué no te vienes a dormir hoy a casa? – le pregunté mientras le pasaba su camiseta

- No sé... - dudó

- Por favor – la acerqué a mí y rápidamente le robé un beso – necesito dormir contigo a mi lado, despertarme con tu pelo ocupando toda la almohada y poder remolonear hasta que se llegue la hora de la comida

- ¿Solo por eso? – alzó sus cejas mirándome con una sonrisa traviesa que provocó que me mordiera el labio automáticamente

- Bueno, por eso y porque necesito continuar lo que hemos empezado en esta cama

- Está bien, pero a tus planes les añado también desayunar mañana en la cama y sin nadie que nos moleste

- Dalo por hecho – volví a besarla y me fui hacia el espejo que tenía en una de las esquinas de su habitación para comprobar que tenía el pelo más o menos decente antes de salir al salón y encontrarme con los que volvían a ser de nuevo mis suegros

El pasillo que separaba la habitación de la rubia del salón se me hizo demasiado corto. Al pasar por la habitación de sus hermanos pequeños, Manolita apareció también por allí viéndonos a las dos con nuestras manos entrelazadas.

- Ay, Amelia, no sabía que estabas aquí – soltó algo sorprendida

- Sí, es que estábamos en la habitación mirando unas cosas para la librería – respondió Luisita enseguida

- Vale, hija, si a mí ya sabes que no me tienes que dar explicaciones de nada – dijo mientras se perdía ya por la cocina

Luisita y yo no miramos y no pudimos contener la risa al ver la reacción de Manolita. Cuando llegamos al salón, Marcelino ya nos estaba esperando con los brazos abiertos, preparado para abrazarnos en cuanto atravesamos la puerta

- Cómo me gusta verte aquí y ver que ya no estáis enfadadas

- ¿Y tú cómo sabías que nosotras estábamos enfadadas? – se interesó la rubia, dándose cuenta de que, a pesar de que seguramente intentó no decir nada ni dar que hablar, sus padres lo habían pillado todo enseguida

- Porque solo había que verte, hija, parecías un alma en pena por la casa. Y que pasaras tanto tiempo por aquí era algo demasiado raro

- Quizás me conoces más de lo que pensaba – rió mientras apoyando su cabeza sobre mi hombro

Por tus ramasWhere stories live. Discover now