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Le señalé a Luisita las cajas que teníamos que colocar y, mientras les echaba un vistazo, fui al ordenador que tenía allí algo escondido para conectar la música y poner la lista de reproducción que había ido creando poco a poco con las canciones que creía idóneas para tener un buen ambiente entre los libros.

- Me encanta esta canción – susurró Luisita sin querer romper el clima que se estaba creando – me parece perfecta para escuchar mientras la gente se decide por qué libro comprar – comentó mientras observaba uno a uno los libros que estaban dentro de la caja

- Me llevó varias tardes hacerla

- Pues no la pudiste hacer mejor elección – levantó un momento su mirada para conectar con la mía y sonreírme – como con estos libros. No tenía ni idea de que vendías tantos con esta temática. Pensaba que el mío era un poco una excepción por lo de ser histórico

- Bueno, esta es la primera caja que consigo que me llegue – torcí un poco el gesto – aunque no lo creas es muy difícil todavía hacerse con estos libros y estaba cansada de que la gente tuviera que buscarlos por internet o, peor, terminara descargándoselos. Veía necesario que encontraran un lugar donde poder comprarlos sin miedos ni el temor a ser juzgado

- Qué pena que todavía tengamos que vivir así – asentí – ojalá hubiera gente tan bonita como tú y que pensara así – me sonrió – Es que todo esto es como un sueño

- Lo es – cogí una de las cajas y me fui hacia la tienda intentando disimular lo sonrojada que me había puesto después de escucharla pronunciar aquellas palabras.

Abrí la caja y miré cada una de las estanterías pensando dónde era mejor colocarlos y que se viesen bien. Opté por una que quedaba cerca de la puerta y le indiqué a Luisita que podía comenzar a ponerlos por orden alfabético y yo la ayudaría en lo que empezaran a aparecer los primeros clientes.

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Pasamos la tarde entretenidas e incluso Luisita se atrevió a firmar, muerta de la vergüenza, algún que otro ejemplar de su libro entre los lectores que había por allí y que la reconocieron. La semana siguiente iba a dar la charla prometida y al final le había servido como un primer contacto para lo que le esperaba.

- Estoy rendida – dijo mientras se tiraba en uno de los sillones que tenía allí – No sé cómo puedes aguantar este ritmo tú sola todos los días

- Pero si seguro que tu ritmo es todavía más grande – me eché a reír sentándome en el suelo enfrente de ella después de haber colgado el cartel de cerrado – entre el libro, que ayudas a tu familia con tus hermanos pequeños y Marina me contó, además, que también sueles estar por el bar, no debes parar.

- Uy, ¿y qué más te contó Marina? – bromeó alzando su mirada – No, en serio, no pensaba que una librería pudiese tener tanto trabajo a lo largo de un día

- La verdad es que lo de hoy no ha sido muy normal, pero sí que estoy pensando en contratar a alguien para que me ayude, aunque sea en días puntuales

- ¿En serio? – asentí – pues quizás no tengas que buscar mucho – la miré sin entender – yo – dijo señalándose a sí misma

- ¿Tú?

- Sí, claro. Mira, yo necesito inspiración para mi nuevo libro y salir un poco de la vorágine que es estar todo el día con mi familia. Y creo que la librería puede ser el lugar ideal y así además te echo una mano – comentó emocionada – pero solo si quieres, sin ningún compromiso ni nada, Amelia – continuó al ver mi cara contrariada

- No, no, es solo que me resulta raro que una escritora como tú quiera trabajar en una librería como esta

- ¿Bromeas? – se bajó del sillón y se sentó en el suelo para quedar a mi altura – este proyecto me parece una maravilla y eso de una escritora como yo...

Por tus ramasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora