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Poder dormir abrazada a Amelia era una de mis cosas favoritas en el mundo. Llevábamos poco tiempo, pero no mentía si decía que ya me había acostumbrado a buscar su cuerpo en mitad de la noche, a entrelazar nuestras piernas y a esconder mi cara en el hueco de su cuello cada vez que los rayos de sol entraban directos en la habitación.

Aquella era una de esas mañanas felices. Mi brazo atrapaba la cintura de la morena y mi cabeza reposaba sobre su pecho mientras ella peinaba mi pelo con delicadeza. Los suspiros de felicidad fueron incrementando poco a poco y derivando en pequeños gemidos que me eran muy difíciles de reprimir fruto de lo bien que besaba y la perfecta unión que hacían sus labios con los míos. El ritmo era cada vez más frenético. Me senté a horcajadas sobre ella y enredé mis dedos entre sus rizos mientras ella no paraba de besar mi cuello. Sus labios fueron deslizándose por mi cuello, mi pecho, mi ombligo, hasta que el sonido del manillar de la puerta hizo que me tirara de golpe sobre el lado vacío de la cama intentando taparme como pude con la sábana que había allí

- ¡¿Pero a ti no te han enseñado a llamar a la puerta o qué?! – grité al ver a mi hermano Manolín observándonos desde allí

- Perdón, perdón – se disculpó tapándose los ojos con la mano – es que había oído ruido y como Inma y yo ya estamos despiertos venía a preguntarle a Amelia dónde estaban las cosas para desayunar

- Ahora salimos, Manolín – dijo ella

- Vale – mi hermano se giró para salir de allí, pero antes de cerra la puerta del todo volvió a darse media vuelta – que menos mal que no querías escuchar ruiditos raros eh, Luisi

- ¡Fuera! – Manolín cerró la puerta riéndose y yo me tapé la cara con un cojín desahogando ahí las ganas que tenía de matarle en aquel instante

Amelia también se echó a reír y yo al final no tuve más remedio que seguirla, negando con la cabeza ante las ocurrencias de mi hermano. Dejó un beso sobre mi hombro y se levantó sacando algo de ropa del armario para las dos y saliendo al encuentro de aquellos dos antes de que empezaran a destrozar la cocina.

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Entre lo que conseguimos sacar de la nevera y lo que traje yo de la panadería que había justo debajo del piso, conseguimos hacer un desayuno bastante decente. Los cuatro nos sentamos alrededor de la mesa que había en la cocina y di gracias de que mi hermano no sacara el tema de lo que habría podido llegar a ver minutos antes en la habitación.

- En cuanto terminéis, os aseáis un poco y nos vamos – les dije antes de darle un mordisco al croissant que tenía en el plato – y la próxima vez no seas tan tonto y pídele a María que te dé invitaciones para el estreno, aunque tampoco es que te perdieras nada – comenté bajando la voz

- Pues sí, porque salvo María... – me siguió Amelia – es que siempre con todos los topicazos, como el de que el malo siempre va a por la chica guapa, pero viene el héroe y la termina salvando – la cara de mi hermano y su novia cambió al escucharla y yo no pude contener la risa - ¿qué pasa? – preguntó desubicada

- Amor, los spoilers

- Ay, lo siento – los dos le quitaron importancia y siguieron centrado su vista en la comida.

Estábamos ya casi terminando cuando la puerta del otro dormitorio se abrió con un somnoliento Mateo, sin embargo, el sueño que tenía no le hizo no pararse de golpe y señalar a su hermana.

- Pero ¿tú qué haces aquí? – Inma se encogió de hombros sin saber qué decir mientras Marina salía de la habitación también y ponía la mano en el brazo de su novio

Por tus ramasWhere stories live. Discover now