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Los días habían pasado demasiado deprisa entre el trabajo en la librería y preparar la charla. El día había llegado por fin y los nervios se notaban demasiado dentro de mí. Apenas había podido dormir, estaba algo irascible y, encima, me había tocado recoger a mis hermanos del colegio y darles de comer dejándome sin tiempo para repasar todo lo que quería decir porque en menos de una hora debía estar ya en la librería esperando a que Amelia volviera a poner el cartel de abierto.

Llegué cinco minutos antes de la hora acordada y no podía parar de moverme de un lado a otro, sin dejar de revisar las notas que llevaba apuntadas en un papel. Me estaba ya quedando prácticamente sin uñas cuando vi aparecer a Amelia a lo lejos, acelerando el paso en cuanto me vio allí. Resoplé doblando el papel y la miré con cara de angustia.

- Perdón – se disculpó nada más llegar – me puse a hablar con Marina y se me fue el tiempo

- No pasa nada

- ¿Cómo estás? – se interesó mientras sacaba las llaves y abría de nuevo – recuérdame que te haga la copia para no tenerte aquí siempre esperando – continuó

- Estoy muy nerviosa, Amelia, yo no sé si esto va a salir bien

- Que sí, ya lo verás – me sonrió y pasó una mano por mi espalda para poder acariciarla y así intentar tranquilizarme – me ha dicho Marina que se pasará a verte y así aprovecha para hacer unas fotos para el periódico

- Ay, madre – me llevé las manos a la cabeza un poco agobiada – mi hermana también se ha animado

- Pero eso es genial, ¿no? – fuimos hacia el almacén donde ya tenía el cartel de la charla preparado

- ¿Genial? Me va a dar un parraque con tanta visita, Amelia – respondí siendo muy expresiva provocando su risa – encima no te rías – me indigné

- Perdón – juntó sus manos poniendo cara de buena – ven aquí, anda – cogió mis manos y las apretó fuerte – va a salir todo bien, tu libro es una maravilla – cambió una de sus manos a mi mejilla y yo intenté disimular los nervios que me estaban provocando aquel contacto – y la gente va a salir aún más enamorada de ti si se puede – sonrió – les vas a encantar

- Jo – me quedé sin palabras – gracias, de verdad

Amelia me atrajo a sus brazos sabiendo cuánto necesitaba aquello. Me quedé en aquel instante, escuchando nuestras respiraciones acelerarse, mientras disfrutaba del que se había convertido, sin buscarlo, en uno de mis lugares favoritos. Nos separamos lentamente, fijando nuestras miradas, notando cómo ella aprovechaba para volver a acariciar mi mejilla con sus dedos, mis ojos se desviaron hasta sus labios, al igual que estaba haciendo ella, hasta que la puerta de la librería sonó y nos separamos rápidamente ignorando el momento que se acababa de dar allí dentro.

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- ¿Estás lista? – Amelia apareció en el almacén con una botella de agua para darme

- Creo que sí – respondí mientras bebía agua e intentaba aclararme un poco la voz

- Vale, pues salimos ya si quieres – asentí – va a ir todo bien, confía en ti – susurró cerca de mi oído dejándome después un beso fugaz en la mejilla

Salimos del almacén y pude ver cómo estaba la librería prácticamente hasta arriba. Reconocí muchas de las caras allí presentes, ventajas de estar en mi propio barrio, y sonreí al ver a lo lejos a mi hermana María con Catalina en brazos, saludándome con su manita para que pudiera ver bien que estaba allí.

Por tus ramasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora