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Aprovechando la tranquilidad que me ofrecía la librería aquel día y que Luisita iba a pasarse gran parte del día ocupada, decidí usar el ordenador que teníamos allí para buscar algún lugar en el que pasar el fin de semana junto a la rubia.

Subí un poco el volumen de la playlist que tenía puesta en aquel momento y abrí el buscador para encontrar un sitio bonito, pero que entrara dentro de nuestro presupuesto. Cobraba algún que otro libro mientras iba pasando de una a otra página hasta que di con el sitio adecuado para aquella pequeña escapada. Había encontrado un hotel en Cullera, con habitaciones con terraza y vistas al mar y una piscina lo suficientemente grande para darnos un chapuzón a la vuelta de la playa. Lo reservé, junto con el alquiler de un coche descapotable con el que poder disfrutar de la brisa del mar despeinando nuestro cabello y para no tener que preocuparnos de horarios de trenes e ir así un poco más a nuestro aire y cerré todas las ventanas del navegador para ponerme con la lista de pedidos.

Marina se pasó un rato después de comer para hacerme compañía y así llevarse algún que otro de los libro que más de moda estaban ahora y de los que le habían pedido hacer varias críticas para su periódico. Le comenté la escapada que íbamos a hacer Luisita y yo y me prometió guardar el secreto del lugar al que la iba a llevar, para así mantener un poco la sorpresa. Se marchó pasada la media tarde, minutos antes de que la rubia apareciera por allí bastante agotada.

Luisita se acercó para dejar un beso en mi mejilla viendo que había algún cliente ojeando libros y se metió en el almacén para dejar sus cosas y volver a salir por si tenía que ayudarme en algo.

- ¿Cómo fue? – pregunté pasando una mano por su espalda y acariciando la zona

- Agotador – resopló – pero muy bien. Cristina es un amor, me ha dicho que quiere que el guion esté en todo momento supervisado por mí y que el proyecto es algo de las dos. Me hizo contarle un poco la historia, cómo había surgido todo y obvió bastante el tema de mi madre, aunque sí que se la veía interesada en ello

- ¡Eso es genial, cariño! – asintió feliz – estoy muy orgullosa de ti

- Pues eso no es todo – siguió - ¡te he conseguido una prueba! A ti y a María, claro, porque si no se la consigo a ella también no me vuelve a dirigir la palabra – rió

- ¿En serio?

- Sí, a ver, no he podido meteros directamente porque quieren hacer pruebas a más gente para ver dónde podrían encajar y tal una vez tengamos prácticamente todo el guion montado

- Claro, es lo lógico

- Pero al menos un papel, aunque sea pequeño vais a tener – sonrió – Aunque tengo bastante claro que vas a terminar siendo la protagonista

- Sí, ¿y qué más? – contesté para desesperación de la rubia

- De verdad... - resopló – ojalá confiaras un poco más en ti porque no te haces una idea de lo maravillosa que eres – siguió un poco enfadada mientras cogía unos cuantos libros de la mesa para ir a colocarlos a sus respectivas estanterías

- Eh – la cogí del brazo – no te enfades, va – pasé mis manos por sus brazos y la atraje hacia mí para besarla aprovechando que no había nadie – además, ya tengo todo reservado para este fin de semana

- ¿Dónde vamos al final? – preguntó eludiendo la conversación anterior

- Sorpresa – negó con la cabeza

- ¿Ni una pista me vas a dar?

- No – reí viendo su cara y, esta vez sí, dejé que se marchara hacia la estantería con los libros en la mano.

Por tus ramasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora