Un mentiroso sólo dice la verdad que todos quieren oír.

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 Eso aprendí esa mañana. Un mentiroso sólo dice la verdad que todos quieren oír. Y las mentiras que yo creí eran tan dulces que terminé asqueado.

 El sol del mediodía nos estaba regalando un lindo bronceado. Sobe y Petra jugaban a piedra, papel y tijeras en silencio para no interrumpir mi pena y también porque sabían que si me interrumpían lo más probable era que me enfadara con ellos. Me habían protegido por un tiempo al ocultarme la verdad, pero aun así me molestaba que me la hayan arrebatado. Era mi verdad, mi secreto que no conocía.

 Pensé que los secretos no deberían ser conocidos ni siquiera por quien los esconde.

 Estaba viendo el mar monótono y solitario, recostado en el borde de goma, con el agua lamiendo la punta de mis dedos, pensando en que tal vez no podría salvar a mis hermanos jamás, los había perdido y lo último que escucharon de mí fue:

 «No te preocupes vuelvo en un minuto»

 Me volteé hacia Sobe.

 —¿Qué hacemos ahora? —pregunté.

 Sobe detuvo su puño de tijeras y me miró atónito como si observara a un muerto levantado de su tumba. Tenían la recompensa del juego entre las piernas de ambos: un trozo de galleta húmeda.

 —¿Qué dijiste? —preguntó arqueándolas cejas.

 —¡Sobe! —Lo urgió Petra.

 —Sí, sí —Se enderezó, la balsa se sacudió y procedió a aclarar su garganta—. Mira, en este mar no se sabe nada, podríamos estar a kilómetros del Triángulo o a unos minutos —Escudriñó el horizonte —, tal vez horas. Pero como no veo nada en el horizonte estamos jodidos. La pregunta es ¿nuestro plan del mapa sigue en pie?

 —Sí, claro que sí —respondí con un sabor amargo en la boca.

 —En ese caso hay unos leves cambios en nuestro antiguo plan. Ahora debemos averiguar en qué portal están tus hermanos, si se trata del portal que ya estaba antes de que el otro apareciera entonces sólo tenemos que buscar el mapa y ya. Si no... bueno ya lo averiguaremos una vez que estemos allí. Ahora el problema es salir de este mar, podremos aguantar unas horas, días y resistir o meternos en el portal más cercano y trotar de portal a portal hasta aparecer en tierra firme y conocida.

 —¿O?

 —O podemos esperar a que alguien nos rescate —dijo encogiéndose de hombros—. Pero créanme que esa debería ser nuestra última posibilidad, mi hermano, que en paz descanse —dijo con un tono amargo—, murió de una manera parecida cuando escapaba de un rey malvado que...

 Petra abrió los ojos como platos y alzó un brazo al cielo.

 —¡Miren! ¡Allí, allí! ¡Un pájaro!

 Un pájaro rodeaba nubes a la distancia, surcó un trecho de cielo y se fue a toda velocidad de lado opuesto del sol. Nos miramos atónitos con la boca ligeramente abierta, no titubeamos ni un instante y comenzamos a remar con nuestros brazos. Estábamos cerca de tierra, no lo dudamos. Nos dirigimos a dónde el animal se había perdido.

 Había pasado un cuarto de hora y perdimos al ave pero continuamos remando en esa dirección.

 —Ya llegaremos en cualquier momento —prometió Petra con una sonrisa entusiasta y apagada.

 —¿A dónde quieres llegar? Porque si es a una muerte segura vas en el buen camino —respondió Sobe usando el libro de Tay como remo.

 —Preferiblemente desearía ir primero al Triángulo y luego a una muerte segura —dije.

 —Bueno, si yo voy al Triángulo encontraré una muerte segura —exclamó Sobe cabizbajo.

 —No digas eso —Lo reprendió Petra arrugando el ceño—. No son tan extremistas allí, ya deja de ser tan negativo.

 Él se encogió de hombros.

 —Ser negativo es lo mejor. Así nunca puede suceder nada debajo de tus expectativas. Si eres negativo y esperas lo peor siempre te sucede lo mejor comparado a lo que esperabas. A los negativos siempre le suceden cosas buenas.

 —Confuso —respondí escurriendo el sudor de mi rostro y continúe usando mi brazo como remo—. ¿Alguna otra lección de vida, Sobe?

 —Yo tengo una —dijo Petra—. Jamás confíes en los antiguos amigos de Sobe, ellos te secuestran o te arrojan por la borda de un barco.

 —Sí —convine—, sólo por la niñería de ser extraños.

 —Mi hermano diría que son celos además nos diría que somos chulos y guapos, para hacernos sentir mejor.

 —Tu hermano estaría equivocado en eso —respondió Petra.

 —Es cierto, no es envidia —concordó él con una sonrisa burlona.

 Al cabo de una hora cuando nuestros brazos estaban arrugados y nos dolían horrores, vimos una franja a la distancia, muy remota y fina. Era un muelle que bordeaba una frondosa isla. Sobe se asomó y aferró a los costados de la balsa escudriñando el horizonte.

 Su rostro se iluminó.

—¡Es el Triángulo! ¡Llegamos! ¡Llegamos al Triángulo!

El corazón me saltó de alegría, me volteé hacia ellos que tenían una sonrisa radiante en el rostro.

—Llegamos al Triángulo —Más que una afirmación parecía una pregunta.

—Llegamos —respondió Sobe—. Si creen que mis antiguos amigos eran peligrosos entonces prepárense a conocer a mis tutores.

Las malas acciones de Jonás Brown [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora