Dagna se convierte en un padre orgulloso

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En el camino hacia el palacio de Logum nos pusimos al día, les explicamos rápidamente todo lo que había sucedido desde que nos fuimos y le presentamos a Berenice. Ella se había sacado el casco y lo había dejado descansando sobre su regazo, su cabellera negra estaba enmarañada y se le volcaba por los hombros, tenía la mirada consternada como si nada ni nadie pudiera sorprenderla más. Su semblante denotaba lo embotado que tenía el cerebro, sabía que quería fulminarnos con preguntas pero se limitaba a guardar silencio y tocar su marcador que resaltaba como un bulto debajo de la remera de metal. Analizó las palabras que nos intercambiábamos como si estuviera viendo un partido de tenis.

En sí el resto de la unidad lo primero que había hecho cuando nos fuimos fue cambiar de ropa, robaron lo que encontraron en la villa más pobre de la ciudad, dejando una nota de disculpas y el reloj de Cam en señal de paz. Luego se alojaron en una casa marcada con la «G» y aguardaron a que Miles se recuperara. Cuando comprendieron que eso sucedería de una manera lenta, muy lenta, decidieron averiguar dónde se encontraba la esfera de palabras.

Miles por su parte, tenía delirios ocasionales, creía que era un vaquero de vez en cuando, y confundía a Dagna con su padre. Pero ya no creía que era una hortaliza mágica, así que eso era un gran progreso.

—Lo cual es insultante —ladró ella con el ceño más fruncido que de costumbre—. Soy una chica, tonto, al menos confúndeme con tu madre.

—Lo lamento chicos —se disculpó Miles volteándose hacia nosotros, estaba compartiendo asiento con Berenice, apretujados, a ella no parecía gustarle mucho, se le alejaba como si le quemara—. Mi padre tiene un desorden de personalidad —Giró un dedo alrededor de su cabeza y nos guiñó un ojo— pero igual lo queremos ¿cierto?

Dagna comprimió su mandíbula intentando no golpearlo. Dante nos contó que el arma con la que nos asaltaron la consiguieron en el ataque del río, cuando todos los soldados se retiraron persiguiéndonos por la ribera, ellos regresaron al lugar del ataque con la esperanza de que Sobe no se hubiera arrojado al río. Lo único que encontraron fue cráteres humeantes y un arma desolada con media carga. Camarón me enseñó cómo funcionaba el arma y era a batería, en lugar de cargar municiones se cargaban cartuchos de energía. Ellos no tenían ya casi nada de batería en el arma por eso habían decidido usar la última carga para robar un auto.

El arma de los soldados tenía una pantalla en el lomo donde marcaba a través de barras azules cuánta batería le quedaba. Cam me confesó orgulloso que él había descubierto con tan sólo verla cómo funcionaba y se recargaba.

—Eso es ojo de trotamundos —dijo Walton volteándose encantado por escuchar eso de su novato.

Toda la unidad había sido novato de él en algún momento, lo noté por la manera en que los miraba. Estaba complacido, casi feliz, de ir hacia un palacio poblado de soldados en un plan suicida. Pero no era por el plan, era por ellos, los veía como su familia y estaban otra vez todos reunidos. Walton se encontraba atento al camino pero se volteaba cada unos segundos para ver como marchaban las cosas detrás.

Dagna me relató cómo habían emboscado a un soldado cuando éste se apartó para ir al baño hace unas horas. Él les había confesado que la esfera de palabras se encontraba en el palacio de Logum, era lo único que sabía además de que si había un ataque, la esfera sería destruida si los rebeldes lograban atravesar todas las murallas. Así que partieron hacia el lado este y se toparon con nosotros.

Había transcurrido una hora desde que entramos a la ciudad. Lo comprobé en mi reloj, era un domingo al anochecer, nos quedaban tan sólo cuatro horas para robar la esfera y dejarla en el Faro.

Las malas acciones de Jonás Brown [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora