Dadirucso no entraría en la lista de las maravillas del mundo

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—¡Se suponía que faltaban tres horas para llegar al portal de La Habbana! —Dagna protestó terca, cruzándose de brazos—. Un portal no aparece así como así. Miré bien las estrellas y no me dormí en ningún momento ¡Literalmente ese portal se apareció de la nada, estaba vigilando el mar y no lo vi!

Sobe y Petra me desprendieron miradas significativas y concordaron tácitamente que había sido yo el que nos trajo, aunque no tenía ni idea de cómo había hecho eso. Era la misma historia que había escuchado a lo largo de toda la semana, portales que se aparecen de la nada.

Dante parecía el único que le creía aquella extraña aparición y testificaba su historia, Walton intentaba calmarlos diplomáticamente y Miles se encontraba descargando las mochilas entre los restos del bote. Se reía de Dagna y cuando ella insistía en que ese portal se apareció de la nada, entonces Miles fingía impresionarse y desmallarse como una damisela aterrada.

—No me gusta Dadirucso —anunció Camarón frotándose el culo. Había sido el único que salió despedido de la balsa y cayó de cola sobre el concreto.

Walton había insistido que Cameron se quede en el Triángulo porque era el más pequeño de grupo pero él se empeño en ir. Tenía miedo en los ojos, después de todo él era tan nuevo como yo en viajar por portales y ver artes de otros mundos, pero aun así demostró valor comprimiendo los labios y aguantando el dolor de nalgas.

Estábamos a unos doscientos metros del río. En los vastos campos de concreto que eran surcados por tubos calientes o de drenajes. Algunos tubos eran tan grandes que podríamos escondernos tras ellos sin agazaparnos, otros eran estrechos y chicos como raíces de árboles. El cielo continuaba igual de oscuro, algunas fábricas se alzaban con sus chimeneas tétricas, oscureciendo aún más el firmamento falso. Miré mi ropa.

—Nos notarán rápidamente. Aquí se visten solamente con uno o dos colores, tenemos muchos tonos de verde militar.

—Y negro —agregó preocupado Dante mirándose la ropa como si estuviera cubierta de ácido.

Petra observó hacia donde el río circulaba con aire enigmático. Se corrió el cabello empapado del rostro. Lo tenía suelto y se le vertía sobre los hombros con libertad. Se había remangado la chaqueta y dejado los brazaletes a la vista.

—Ese río sigue circulando muy cerca del sector deforestación —dijo pensativa—. Eso quiere decir que pasa por debajo de los muros, que los atraviesa.

—¿Y eso? —preguntó Miles escurriendo el agua de sus botas, sentándose sobre un tubo de drenaje y parándose como una bala al comprobar que estaba caliente.

—Que es la vía más rápida y peligrosa hasta el sector deforestación. Tenemos que avisarles que no ataquen esta noche. Que ataquen mañana al mediodía o en la noche, pero no hoy. Los vigilantes estarán esperándolos. Tenemos que avisarles en unos minutos a lo sumo en una hora. Si caminamos nos tomara horas llegar, para empezar no sabemos cómo salir de la ciudad sin ser vistos.

—¡Nadie tendrá vigilado el río! —apuntó Walton saboreando la idea y chasqueando los dedos.

—Sí, sí es buena idea pero se olvidan una parte pequeñita pero muy importante —dijo Dagna con poca paciencia —¿Quién va a ser el suicida que se arriesgue a zambullirse en un río y atravesarlo bajo tierra?

Todos se miraron los unos a los otros, Camarón iba a levantar la mano pero Sobe se la bajó y Dante se concentró repentinamente en sus pies.

—Yo lo haré —se ofreció Petra—. Si se pone muy peligroso me las empeñaré para salir de allí con artes extrañas. Además sé nadar bien y aguanto mucho tiempo la respiración.

Era una misión muy peligrosa pero sabía que sólo Petra podría lograrla.

—Yo me apunto —dijo Walton.

—Claro si las cosas marchan mal puedes usar tu magia —dijo Miles recalcando las comillas con sus dedos.

—Sólo fue una vez y lo de Adán no se volverá a repetir —respondió golpeándolo en el brazo.

—Muy bien, los demás deben esperarnos aquí hasta el día del ataqué —ordenó Petra y Walton asintió en señal de aprobación.

Me levanté de repente como pinchado por un alfiler.

—¿Qué? ¿Quieres decir que esperemos aquí? ¿En Salger?

Petra revoloteó los ojos.

—¿Dónde más esperarían?

—Creo que es mala idea separarnos —terció Sobe. Pude leer su expresión, seguro tenía la misma que la mía. No pensaba que sea mala idea separarse, pensaba que era mala idea separarse de Petra.

—¿Alguna otra idea? —preguntó ella.

Nadie dijo nada. Era verdad que el río era la única forma de salir de la ciudad sin ser vistos, por más suicida que sonase. Petra aceptó el silencio, le indicó con la cabeza a Walton que era hora de marcharse. No tenían tiempo que perder. Se cargaron las mochilas con decisión, no llevaron armas de fuego porque lo más probable era que las pierdan en las bravas aguas del río. Se despidieron de todos y se alejaron a paso rápido: Petra con sus brazaletes y Walton con sus cuchillos.

Y nosotros nos quedamos observándolos sin tener la menor idea de qué hacer. Miré a Sobe esperanzado.

—¿Algún lugar dónde podamos conseguir ropa y guarida?

Sobe se llevó dos dedos a los labios pensativo. Su rostro se iluminó y con una sonrisa radiante dijo:

—¿Les gustaría ensuciarse en lodo?


Las malas acciones de Jonás Brown [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora