II. Robo un mapa en ropa interior

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 —Supongo que viniste aquí por una razón —dijo el hombre sombra—. Algo me comentaron de ello pero quiero escucharlo de tus propios labios.

Sobe suspiró y le contó el viaje que habíamos tenido esa semana. Le relató la noche en que él y Petra seguían a un agente para poder encontrar un grupo de trotamundos y volver al Triángulo en señal de paz. Narró cuándo se toparon conmigo, mi incidente del portal abierto, la búsqueda de mis hermanos, nuestro encuentro con Berenice, cómo ayudamos a los sectores de Dadirucso para poder entrar a Salger, les detalló al gobernador Logum y nuestro accidente con Tay. Sobre todo enfatizó en que necesitábamos un mapa del portal que se encontraba en mi sótano para buscar a mis hermanos. Pero omitió que mi padre era un agente de La Sociedad, el segundo portal de Atlanta y que tenía cualidades extrañas.

El Consejo guardó silencio y los integrantes desprendieron algunas miradas significativas entre ellos.

 —William... o Sobe, cómo quieras llamarte —dijo un hombre observándolo con compasión—. Lamentamos mucho la manera en la que te tratamos antes y también la forma en que fuiste recibido hoy.

Adán sacudió sus hombros incómodo.

—Sé que te expulsamos del Triángulo porque eras peligroso, volátil y no sabíamos cómo sobrellevar tu poder pero créeme que nunca antes tuvimos tanta suerte como hoy cuando regresaste.

Sobe abrió la boca anonadado y Petra me observó sorprendida. El hombre que ahora hablaba con Sobe parecía ser el que mandaba en el Consejo, nadie lo interrumpía y él llevaba la palabra por su cuenta. Tenía una barba enmarañada y cobriza y unas pobladas cejas custodiándole los ojos plateados y moteados como una luna en el cielo rodeada por nubes. La tersura de su piel resaltaba ante la luz de las velas, aunque tenía unas profundas ojeras del cansancio de los años. Llevaba puesta una larga vestimenta de color granate como un pijama. Su semblante estaba tenso pero no denotaba nada como Berenice que a veces se ponía su cara de póker. 

—Estábamos buscándote William, buscándote por todo este mundo y por otros.

Sobe no podía creerlo, balbuceó aturdido y respondió en un lenguaje incomprensible:

—¿A mí?

—Sí, queríamos disculparnos contigo y rogarte que tomes asilo en el Triángulo. Te queremos de vuelta.

Sobe boqueó como un pez fuera del agua pero Petra no parecía tan complacida. Murmuró algo que no pude comprender pero seguramente era una grosería.

—¿Qué los hizo cambiar de opinión? —preguntó recelosa.

Los iluminados ojos de Sobe se apagaron como si hubiera escuchado a Petra.

Yo no tenía respuestas sólo observaba anonadado la situación, aquellos hombres aunque afirmaban que lo buscaban hace días no parecían muy feliz con el hallazgo como si hubiesen encontrado su sentencia de muerte.

—Pero se supone que era peligroso, que creaba portales en medio del baño o en plena selva. ¿Por qué ahora me quieren aquí?

El hombre de piel ligeramente naranja y tostada recibió la orden, del integrante de ojos plateados, de narrar lo sucedido. La seña fue un leve señalamiento con la cabeza. El hombre anaranjado asintió y arqueó sus manos.

—La Sociedad sabe la existencia de los Creadores y créeme cuando te digo que harán todo lo posible por apoderarse de uno. Por apoderarse de ti —recalcó penetrándolo con la mirada— por suerte todavía no saben que tú eres un Creador pero solo es cuestión de tiempo. Incluso un espía nuestro que está infiltrado en La Sociedad nos informó que encontraron registros de una nueva clase de trotamundos.

Las malas acciones de Jonás Brown [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora