II. La seguridad viene por separado

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Emergimos de los túneles de drenaje a un establo. Establo únicamente por las cuadras porque los animales que había allí no tenían nada de parecidos a caballos. El único que mantenía rasgos equinos era un animal de pelaje blanco que a primera vista creí que era un unicornio porque tenía un gran cuerno en medio de la frente, pero entonces vi los cuernos que le salían por encima de la nariz, debajo de la boca, arriba de su hocico, en el cuello, detrás de las orejas, y en casi cada recoveco de su cuerpo. Sobre el lomo increíblemente tenía una silla para montar:

—¡Miren un cornario! —señaló Dante entusiasmado y se acercó sigilosamente hacia el animal.

—¿Qué es un cornario? —pregunté y Dante revoloteó los ojos, no estaba acostumbrado a mis comentarios.

—Pues eso —obvió—. Hay tres en el Triángulo, son una familia. Jamás me dejaron montarlo, se llevan más con los Abridores, nunca le simpatizaron los Cerras; dicen que despedimos un aura de encierro y los cornarios son animales que le gusta la libertad.

—No me pareces muy libre que digamos —dijo Miles dirigiéndose al animal como si estuviera a punto de discutir con él.

—Se parece a un unicornio —apunté.

—¿Y de dónde crees que surge la leyenda? —preguntó Sobe mientras Petra le tendía una mano para salir de las alcantarillas—. La mayoría de las leyendas o mitos en realidad existieron pero son un poco diferentes de los que conoces. Son como un chisme que se ha contado en muchas bocas.

«Todo lo que puedas imaginar puede existir»

Berenice observó a la criatura desbordando curiosidad y jugueteando nerviosa con sus dedos.

—Por ejemplo —dijo Walton cerrando la puerta de la alcantarilla—. Los mitos de que el infierno está en el centro de la tierra en realidad se refiere a Onreifni, es un pasaje de fuego donde en lugar de tierra hay fuego con gente despiadada, tan malvada y deforme que parecen diablos. La mayoría de los portales están enterrados, en cavernas o algo así. Pero luego la leyenda se desvirtúo, crearon un sitio para los de corazón noble y dijeron que a Onreifni iba la gente cruel, pero en realidad puede ir cualquiera que tenga la desgracia de caer en uno de los portales abiertos. Casi todas las leyendas de nuestro mundo en realidad pertenecen a conocimientos de los trotamundos.

—Excepto de creación, no nos preguntes de eso —dijo Miles sonriendo—. No tenemos ni idea cómo se creó el mundo y me duele la cabeza pensar que a nuestro lado hay un Creador y que su creación está viajando con nosotros.

—¡Él no me creó! —refutó Petra volteándose con ojos indignados.

—¡Bueno, bueno hipotéticamente hablando! —interfirió Walton antes de que otro dijera algo. Pero todos sabíamos que esa hipótesis era ciencia cierta.

Recordé la conversación que había tenido con Cam acerca de sirenas, hombres lobo y dragones.

—Vaya... ¿también hay vampiros, duendes y sirenas?

— Sí, pero no están en estos pasajes, no en el nuestro —respondió Dante—. Al menos no ahora, pero si vas a otro mundo y te muerde uno de ellos puede que te contagie. Aunque las leyendas se desvirtuaron demasiado. Seguramente no son lo que te piensas.

—Como esa leyenda de que a los vampiros les quema el ajo y las palabras santas, eso sin duda es una mentira —agregó Sobe recorriendo el lugar con el arma en una mano—. Yo una vez me topé con una persona infectada de eso, es como una enfermedad. Sólo era pálido, no podía tocar la luz del sol y había adquirido una fuerza desmedida. Y sin duda no son chicos atractivos como muestran en la tele.

—Vaya —logré decir.

—Una lástima —se lamentó Dante— jamás podré estar con Bella Swan.

No podía creerlo, bueno sí podía pero sonaba alucinante. Había escuchado muchas historias de pequeño y me urgía saber cual de todas era la verdadera. Por poco olvidé que me encontraba alterado por anguis, memoricé lo que acababan de decirme y me prometí contárselo a Cam, él era tan nuevo como yo en esas cosas y de seguro le encantaría la noticia, mucho más que a mí. Él se pondría en modo detective y querría averiguar cuantas criaturas de cuentos en realidad existían y cuáles no.

Escudriñé otra vez al cornario. La criatura nos observaba con recelo y nosotros con admiración, tenía cuernos retorcidos, ondulados ó algunos rectos como púas. Otro animal era una masa amorfa y rojiza, parecía hecho de gelatina de frambuesa, esa observación desesperó a Dante y me dijo que apenas pusiera un pie en el Triángulo, me daría en la cabeza con un libro de zoología. El establo era asqueroso, olía tan mal como las aguas fétidas de la alcantarilla. El suelo estaba cubierto de paja, barro y algo más, había luces de neón colgando del techo y las paredes eran de piedra caliza. Caminamos lejos del establo y de los animales extraños que se revolvieron inquietos.

—Yo jamás vi un sanctus —se lamentó Miles.

—No creo que los sanctus estén en establos y no sé por qué quieres ver uno de esos espíritus.

—¿Se refieren a fantasmas? —pregunté no sé porque me sonaba a ello.

—¿Qué? —inquirió Sobe—. No, no son fantasmas aunque los confronteras los confunden con eso y así a veces los llaman.

—¿Y qué son?

—Pues son...

—Vamos, no estamos en un zoológico —urgió Walton sacándonos de nuestro estupor—. Luego vemos los animalitos y hablamos de cosas extrañas. Vamos ya, quiero acabar con esto.

Salimos del establo y nos encontramos en un patio extenso, medía casi cuatro canchas de fútbol. Era cuadrado y rodeado de arqueadas y porches. En medio del patio una fuente rectangular gorgoteaba agua de colores pálidos y algunas estatuas de bronce se ahogaban en el agua y estiraban sus manos dando un último aliento. Todo era tan exagerado que resultaba gracioso. Sobe me señaló la decoración y reprimió una sonrisa.

El patio finalizó en una puerta enorme. Era de hierro bruñido, con una aldaba de latón, que tenía la forma del rostro melenudo de un león, a tamaño real. El león estaba rugiendo. Walton se detuvo, respiró aire para tranquilizarse, desenfundó el arma con la esperanza de que volviera a funcionar seca y arrimó la puerta que se abrió emitiendo un chirrido articulado.

Había llegado la hora de hurgar en la casa de Logum, buscando la esfera. Los gritos y explosiones de la pelea todavía se mantenían pero llegaban tan lejos que por poco creí que los tenía en mi mente. Las sirenas no eran más que murmullos lejanos.

El resto de la unidad se puso los cascos o se calaron las capuchas húmedas. Juntos éramos la unidad de elite más hedionda que se había visto. Escarlata trepó a mi hombro con una velocidad sorprendente, y erizó su lomo desafiando la oscuridad que se encontraba del otro lado del umbral.

Atravesé la puerta con el corazón en la boca.

Las malas acciones de Jonás Brown [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora