III. Un día en el Triángulo.

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 La fosa rectangular se extendía en toda la cara de aquella manzana, era lo suficientemente prolongada para concretarse mi idea. El grupo de Ed esperaba en la otra punta de la manzana al final de la calle, refugiados en su trinchera. Nos arrastramos a la punta de la fosa, cada uno con una granada en mano, incluso Miles que estaba herido. Cameron sonreía entusiasmado. Nos agrupamos en el extremo. Nos protegimos con el cuerpo de Dagna como si fuera la puerta de un búnker y arrojamos las granadas hacia donde estábamos anteriormente. Los colores se dispersaron rápidamente hacia todos lados empapando los edificios que bordeaban al fosa y el cuerpo de Dagna. Ella dio un respingo y rió por lo bajo.

—Está fría —susurró cubierta de pies a cabeza de pintura.

Los segundos pasaron, aguantamos la respiración observando ansiosos y esperando un resultado o al menos un indicio de que había salido como planeábamos. Se me hundieron los hombros y creí que habíamos fracasado cuando se oyó la voz de Ed exclamar divertida.

—¡Esos idiotas acaban de volarse! —le gritó a su unidad.

—No puedes ser, que cómico, estallo de risa —gritó una chica y la broma fue seguida con carcajadas desaforadas y chistes parecidos. Petra revoloteó los ojos a mi lado.

—Vamos, vengan —masculló Walton con un toque siniestro, totalmente quieto agarrando su rifle —. Muévanse.

—Oigan, sólo quedamos nosotros y el grupo tres. Tenemos que cambiar de lugar —aconsejó el subcomandante de la otra unidad.

  El grupo de Ed abandonó la trinchera, el sonido de sus botas reverberaba en la calle y cómo esperaba, antes de ir a buscar una nueva presa querrían ver la anterior victima que habían aniquilado. Se acercaron pavoneándose a la fosa, haciendo más chistes de bombas. Fue entonces cuando sólo encontraron una mancha de pintura en el suelo, sin pisadas ni nada y el cuerpo sonriente de Dagna en la otra punta, cubierta de pintura, usando su cadáver como escudo. Sus ojos se abrieron como platos y la otra unidad se puso alerta cuando era demasiado tarde.

  Emergimos de nuestro escondite y disparamos como si no hubiera un mañana, por suerte las balas picaban al golpear contra la piel porque si no fuera así nos hubieran cubierto de pintura en señal de venganza y no hubiesen tardado tanto en reaccionar. Miles se encargó de arrojar granadas. Los ojos de Ed relampagueaban de furia, estaba cubierto de pintura, chorreando colores y destilando odio. Arrojó su arma al suelo al saber que no podía continuar con la clase.

  Contempló a Petra y luego a mí sabiendo que la idea no había salido del resto de la unidad, y nos fulminó con la mirada mientras escalábamos la fosa y nos alejábamos pasándonos el dedo por el cuello.

 —¡Están muertos novatos! —amenazó alzando la voz lo suficiente para que la otra unidad nos escuche— ¿Me oyeron? ¡Muertos!

  Dante nos chocó los cinco cuando pasamos al lado de su cadáver y corrí con una sonrisa en el rostro pensando que de tantos lugares que había visto ese, sin duda alguna, era mi favorito.

  No fuimos el grupo que quedó hasta el final. Poco después de arrasar con la unidad de Ed, las chicas que había visto al principio de la clase que se habían encaramado en la terraza de un edificio nos fusilaron sin piedad una cuadra lejos. Pero fuimos una de las últimas unidades por lo que el profesor Bright nos felicitó con un asentimiento de cabeza.

Calificó a sus alumnos y luego nos dijo a Petra y a mí que teníamos potencial.

—Me gustaría enseñarles algún día, si es que deciden quedarse —dijo tronando sus nudillos como si nos amenazara con darnos una buena tunda—. Lo bueno de mi clase es que es una de las únicas asignaturas donde se mezclan todas las edades y eso lo vuelve más... interesante. Hoy ustedes volvieron la clase más interesante. Tienen algo que los diferencia de los demás, sobre todo usted —dijo señalándome—, no sé muy bien lo qué es pero es algo poderoso e imparable.

Las malas acciones de Jonás Brown [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora