10. Valencia

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<< El que busca la verdad corre el riesgo de encontrarla >>
Isabel Allende

Pepa recordaba la conversación de la noche anterior, cuando Amelia llegó a casa y la llamó.

- Está abajo... No ha sido nada simpática conmigo la verdad... Creo que va bastante borracha... Ya sabes... Alcohol y darle vueltas a cosas, mala combinación...

- Lo siento, te pido perdón en su nombre Amelia, no creo que pretendiera ser borde contigo, solo que ella, pues puede que... - Amelia la cortó y ella dio gracias a que no la dejase terminar la frase.

- Pepa, no hace falta que te disculpes por ella... ¿Puedo pedirte un favor?

- Si claro, lo que quieras... Creo que hoy te lo debo...

- No me debes nada. Pero, podrías no contarle a Luisita nada de la conversación que hemos tenido antes, por favor... No quiero que cuando ella sepa que me gusta sea por otra persona.

- Por supuesto, haremos un pacto.

- ¿Un pacto?

- Claro... Yo te prometo no decirle a Luisita nada, y tú me prometes no hacerle daño, Luisita es lo más importante de mi vida y no quiero verla sufrir... Y desahogarte conmigo cada vez que te sientas mal por algo que tenga que ver con ella o... Conmigo.

- No podría hacerle daño... - De solo pensarlo se puso triste - ¿Contigo? Pero como... ¿Cómo me voy a desahogar contigo acerca de lo que siento por ti Pepa?

- Como si no fuera yo... Simplemente, piensa en mí como una amiga, no como la tía de la que hablas.

- No sé si podré hacerlo...

- Un trato es un trato... ¿Crees que a mi no me costará callarme delante de Luisita?

- Tampoco es que tengas nada que callarte... Porque obviamente ella tampoco tiene interés en ello... Y si lo tuviera, tu no serias la más indicada para decirme nada.

- Bueno, entonces trato. Ya la estoy viendo, esta llorando, pobrecilla...

- Pepa...

- Te dejo, voy a por ella.

***

Pepa recordaba en su cabeza la conversación que había tenido con Amelia mientras veía la televisión con Luisita.

Decidió levantarse y marcharse a pensar en una nueva canción, en su cabeza había mil cosas, pero una en la que no podía dejar de pensar, Sara... Sara se había colado tan dentro de su ser que ni siquiera el beso con Amelia había significado nada para ella, y eso que era como un sueño cumplido de toda la vida.

El tonteo con Silvia había descolocado más su mente, quería besarla, quería hacerlo, y en la conversación con ella se había olvidado de Sara, pero luego, ese pelo... Ese destello del sol en el cabello de la pelirroja había sido como una señal del destino para ella.

No podía estar con nadie, no podía... Y lejos de sus costumbres ociosas en las que solía dejarse llevar por sus instintos carnales más primitivos, tenía que aprender a controlar sus impulsos y su libido.

La cantante cogió una libreta y se puso a escribir algunas frases que venían a su cabeza. Tachaba, borraba, volvía a escribir... Entonces, en medio de sus pensamientos, vio como Luisita aparecía en el estudio y la miraba desde la puerta.

- ¿Necesitas ayuda amiga? - Pepa asintió a lo lejos, Luisita se acercó y empezó a leer el cuaderno.

- Por favor... - Rogó la diva.

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