30. Víveme

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<< Nunca estás seguro pero hay que lanzarse al vacío
La seguridad es para los que no aman. 
Te reto a que me ames >> 
Imagine me and you, Rosas rojas

- Amelia... Creo que la vi - Admitió al fin en voz alta después de todo el día conteniendo aquella imagen en su mente. La morena la miró y frunció el ceño.

- ¿A quién Luisi? - La rubia dudaba de nuevo, no quería meterse en un lío, y menos meterla a ella en uno... Pero la miró y el brillo de sus ojos le hizo hacer sentir de nuevo esa calidez, esa sensación de estar en casa, de estar segura...

- A mi madre. - Amelia abrió los ojos como platos y se quedó mirando a Luisita. - Sé que es una locura... Lo más seguro es que no fuera ella... - Luisita se incorporó como pudo y se agarró la cabeza con ambas manos. - Aunque creo que reconocería sus ojos tristes en cualquier parte...

Sintió su corazón encogerse al pensar en ello. Los ojos de su madre habían cambiado desde el fatídico día en que había intentado desaparecer, nunca volvió a tener la mirada brillante, más bien apagada, igual que su sonrisa se había marchado para no volver, cualquier ápice de felicidad había desaparecido de su rostro desde aquel día.

- ¿Dónde la viste? ¿Te dijo algo? - La rubia se encogió de hombros.

- En tu portal... - Admitió - Fue cuando... Cuando te fuiste o yo me fui... - Aún le costaba hablar sin sentir el pánico recorrer su cuerpo.

- Luisi... En mi portal había policía... - Amelia se llevó la mano al pecho. - Me dejaron un teléfono, deberíamos... - Amelia empezó a buscar en sus bolsillos.

- Amelia no, por favor... - Rogó con un hilo de voz - Él es poderoso... Tiene muchos amigos, demasiados... Está protegido... Si se entera de que he llamado a la policía... - De pensarlo empezó a temblar y sintió unas ganas abrumadoras de empezar a llorar de nuevo.

Amelia llevó las manos a su cuerpo y la rodeó con ternura y cuidado. Dejaba leves caricias que parecían sanar el interior de la rubia. Amelia tenía muchos poderes, y entre ellos relucía lo bien que le hacía sentir, la calidez de sus caricias llegaba incluso al propio alma de Luisita, llenándola de esa paz tan necesaria.

- Gracias... - Dijo Luisita hundiendo la cara en su pecho. - Supongo que he arruinado nuestra cita... - Amelia llevó la mano hasta su barbilla para levantar su cabeza y centrar su mirada en ella, acunaba su cara con ambas manos y veía como sus ojos brillaban. - Perdóname... - Suplicó y la morena sintió su interior romperse.

- Luisi... No tengo nada que perdonar... Cariño... - Besaba despacio sus labios, temiendo dañarla, aún sin saber que sus roces eran tan necesarios como sanadores.

- ¿Me puedes llevar a la cama? - Pidió la rubia y la morena por un momento se tensó al pensar en estar en una cama con Luisita después de los vídeos que había visto. - Necesito descansar un poco... - Amelia se sintió más tranquila al escucharlo.

- Claro... - Asintió.

La cantante ayudó a la compositora a levantarse y juntas caminaron hasta aquel colchón. Luisita se tumbó con cuidado y Amelia la abrazó aún con mucho tacto. La rubia no quería hablar, tampoco sabía que decir, entonces la morena la abrazó un poco más fuerte y ella dejó salir un suspiro de dolor.

- Perdona... - Fue a quitar la mano y ella la agarró con fuerza y necesidad.

- No me sueltes por favor...

- Deberíamos ir a ver si tienes algo roto Luisita... - Se preocupó.

- No tengo nada roto Amelia... Solo el corazón, o una parte de él... - Suspiraba - la otra late con mucha fuerza... - Agarró la mano de Amelia y la llevó hasta su pecho, que subía y bajaba poco a poco de una manera más tranquila. No hubo más palabras, Amelia la acariciaba con delicadeza y Luisita se dejaba mimar, se dejaba querer, disfrutaba de su amor... De su paz.

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