35. Impulsos

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<< No es posible que un mundo que hace tantas maravillas sea tan malo >>
La sirenita, Disney

*Tal vez necesitéis un vasito de agua para este capítulo...😉

- Me parece estupendo - Dijo Luisita, y cuando Amelia iba a empezar a hablar la rubia negó con la cabeza y cruzó sus brazos mirándola seria - Pero primero, ¿De qué la conoces? - Insistió - No hablo de la productora, sino de la persona... ¿Quién es ella para ti? - Cruzó sus brazos y esperó una respuesta pacientemente. - ¿Quién coño es Amanda Bueno? - Sus preguntas cada vez tenían un tono más elevado, y los ojos de Amelia la mostraban que había algo muy importante en la respuesta a esa pregunta.

Amelia la miraba sin saber bien cómo contestar, pero sabía que Luisita necesitaba su respuesta, buscaba en su mente la manera de explicarse, de exponer aquello, aunque el run run de esa gira no dejaba de resonar en su mente... Luisita fruncía el ceño al ver a aquella Amelia desconocida para ella, solía ser una persona clara y directa a la hora de hablar con ella, ya habían trabajado la confianza en todo ese tiempo, ¿Por qué parecía esconder algo?

Las gotas de lluvia empezaron a caer, mojando sus rostros y su ropa, Amelia pensó decir a Luisita que entrasen, pero no era capaz de pensar en otra cosa que en como explicar su respuesta y Luisita no pensaba moverse de allí sin tener una contestación a su pregunta. La tensión era evidente, igual que la necesidad de expresar con palabras las emociones que ambas habían vivido en aquella noche por separado, y eso que, aunque ellas no lo sabían, la noche no había echo más que comenzar...

Los ojos de Amelia se perdían en algún punto de aquel callejón oscuro, la poca gente que había a las afueras del local se había metido dentro, huyendo de la lluvia que aumentaba su intensidad sin cesar. La morena recordaba en su mente la noche en la que conoció a Amanda Bueno, esa seductora mujer que hablaba como pocas y arrasaba realmente con todo a su paso sin dejar a nadie indiferente con su presencia.

Años antes, altas horas de la noche, en un bar cutre de Madrid y unas copas de más en el cuerpo de la morena...

Una joven y algo insegura Amelia se tambaleaba por el bar, las copas que había ingerido hacían que cada vez le costase más expresarse con claridad. Sebastián hablaba con una mujer rubia realmente atractiva, se veía mayor que ellos y con bastante seguridad en sí misma. Amelia la miró detenidamente, el vestido largo, ceñido y lujoso dejaba a la vista una de sus piernas, su desnudez retuvo toda su atención y acto seguido fue subiendo la vista por sus curvas.

El cuerpo de la mujer era tan espectacular como su cara, sutilmente maquillada con el mismo tono que su escote, ese que dejaba poco margen a la imaginación y tenía unas transparencias que hacían que la de rizos perdiese la vista en ese lugar sin darse ni cuenta y abriese su boca ampliamente, sintiendo su mandíbula desencajarse. Amelia se acercaba a ellos con paso incontrolado y agarró el brazo de Sebastián, que al verla llegar del lavabo sonrió. Su relación como algo más que amigos no había hecho más que empezar y estaban en ese momento en el que el chico cada vez demostraba más su amor por ella y Amelia se dejaba querer aunque se resistía a poner nombre a sus encuentros.

La de rizos centró la mirada en ella, sus ojos eran como el mar, con la misma intensidad y profundidad, sus labios carnosos parecían poseer una invitación a acercarse a ellos y acariciarlos con detenimiento. Esa mujer parecía un ángel de la belleza puesto ante sus pies. La cabeza de Amelia volaba junto a su imaginación y fue la primera vez en su vida que se replanteó su orientación sexual porque sentía su cuerpo reaccionar de una manera desconocida con tan solo mirarla.

- Meli... - Sebas golpeaba su hombro con sutileza. - Nena, que te has quedado... - Se reía.

- Perdón, perdón... - Se disculpaba la morena mirando ahora al chico y frunciendo el ceño ante sus propios pensamientos "Amelia, ¿Se puede saber qué miras tanto?" Discutió con ella misma "A ti no te gustan las mujeres... Además, mamá siempre dice que las mujeres que se juntan con mujeres son unas enfermas" se repitió a sí misma... Pero esa mujer desprendía algo, tenía algo diferente que aceleraba por completo las hormonas de la cantante, alterándolas con su simple presencia...

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