46. La verdad

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<< Si quieres el arco iris tienes que aguantar la lluvia >>
Dolly Parton


Amelia miraba el cuaderno con detenimiento, en la entrada del teatro ya había visto que estaba lleno de letras de Luisita. Pensó que tal vez serían canciones, letras que había ido componiendo en su ausencia, pues ese cuaderno era nuevo.

Ella había leído muchas de las composiciones de Luisita cuando estaban juntas y su cuaderno no tenía ese color, el habitual era rojo, como Luisita. Rojo como su pasión, como el corazón, rojo como el fuego que desprendía su cuerpo, el color que más le gustaba a la rubia. Este era morado, el color preferido de Amelia, uno de los que menos le gustaban a Luisita, de todos los cuadernos que almacenaba ninguno tenía ese color, había verde, amarillo y azul, pero ninguno morado, y el detalle no pasó desapercibido por la de rizos.

Amelia rozó la tapa endurecida y sentía que ese cuaderno quemaba en su piel. Tiró de él con suavidad y al hacerlo el bolso de Luisita cayó al suelo. La morena lo agarró a toda prisa, mirando para atrás por si había alguien más allí, y al colocarlo de nuevo vio algo en el suelo. Había un chupete dentro de una cajita que Amelia no tardó en sostener entre sus manos. Leer la frase que lo decoraba fue el punto de inflexión necesario para saber que no debía seguir cotilleando algo que no era suyo porque aquello dolía "El niño más bonito del mundo".

La cantante tenía más claro que nunca que los sentimientos que tenía por esa mujer recorrían sus venas al mismo ritmo frenético que su propia sangre, la llevaba dentro. Pero ella ahora tenía otro amor, y por un momento incluso se sintió estúpida de haber rozado su mano instantes antes, de haberse dejado llevar por la situación, por la emoción, por tenerla tan cerca.

El teléfono de Amelia sonó, el ruido la hizo alejarse de la zona en la que estaba y buscó en su bolso, era Silvia.

- Hola amiga. - Contestó con un gran nervio que se apoderaba de sus propias manos, temblorosas, en una sostenía el teléfono y en la otra el chupete, no podía dejar de contemplarlo, pese a que parecía quemar sus dedos.

- ¡Madre mía! Entre el menú, el lugar, dónde colocar los invitados, los malditos centros de mesa y el vestido creo que me va a estallar la cabeza. Menos mal que tengo una dama de honor que me ocultó que mi novia quería pedirme matrimonio y para compensar me va a ayudar con todo. - La pelirroja caminaba de lado a lado de su salón con la mesa llena de revistas de boda.

- ¡Tienes mucho morro, Sil!

- ¡Y tú mucho tiempo libre! Deberías venir a casa ahora que Pepa se ha ido a su carrera diaria y ayudarme. - Amelia alzó una ceja.

- ¿No se supone que las bodas son de dos porque esas dos personas son las que se encargan de los detalles?

- También, también, pero me gustaría sorprenderla con alguna de esas cosas, lo último que pensé es que me casaría antes que tú - Se hizo un breve silencio - A decir verdad nunca pensé en casarme.

- Conociendo a Pepa seguro que si no te pones bragas será su mejor sorpresa. - Sugirió entre risas, sintiéndose algo más relajada.

- ¿Y mojar el vestido nupcial al verla llegar? - Contestó sus risas con una carcajada profunda.

- ¡Qué guarra eres!

- ¡Has empezado tú! - Miraba las revistas con desgana. - ¿Vienes o qué?

- No puedo ir ahora, pero iré contigo a ver vestidos para asegurarme de que no eliges uno blanco, no te pega nada - Se reía.

- ¿Dónde coño estás? Espero que tengas una excusa decente.

- Es una larga historia. - Miraba el cuaderno de nuevo.

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