26. La respuesta es No

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<< Cierra los ojos,  ahora olvida lo que ves, 
¿Qué es lo que sientes? 
Mi corazón y tu corazón...
¿Lo ves? Somos idénticos >> 
Tarzán

- Hola... - Contestó con nerviosismo e inquietud.

- Amelia, me has llamado... ¿Ha pasado algo? - Aquella normalidad era abrumadora para la cantante.

- He... He firmado un nuevo contrato - Admitió.

- Lo he recibido... - Confesó.

- Ah... - No sabía bien qué decir, escuchar su voz después de tanto tiempo la estaba revolviendo por completo.

- Me sorprende que lo hayas firmado... Esa gira conjunta... - Carraspeó, conteniendo sus ganas de decir muchas cosas. - En fin es tu decisión.

- Ya... Bueno, era una gran oportunidad. - Murmuró.

- Felicidades Amelia Ledesma.

- Gracias... Me sorprendes... - Cada vez se notaba más nerviosa.

- No porque seas una enferma voy a dejar de alegrarme por tus éxitos... - Sentenció con frialdad.

- Mamá... - Amelia quería rogar por no escuchar más aquello, pero las palabras no le salían.

- Devoción... - Corrigió con dureza. - ¿Era todo lo que querías? - Sonó bastante seria.

- Quería hablar contigo... - Dijo con algo más de seguridad aunque la incertidumbre no se detenía.

- ¿Hablar?

- Te echo de menos... - Confesó al fin.

El silencio pareció durar horas, se hizo eterno para Amelia que esperaba una contestación que parecía nunca llegar. Pensó incluso en colgar el teléfono pero algo la frenó, su voz.

- Yo también... - Admitió - Pero no es fácil... - Amelia empezó a tener ganas de llorar, sentía un temblor recorrer su cuerpo.

- No tiene por qué ser difícil... - Sonó casi a súplica.

- ¿Ya te ha dejado de eclipsar la diva? ¿Vuelves a jugar a las casitas con mi Sebas? - Aquellas preguntas no eran precisamente las esperadas por la cantante.

- No... - Fue todo lo que pudo decir, conteniendo las ganas de llorar.

- Amelia tengo cosas que hacer... - Sonó a excusa barata y ella se limitó a asentir, a sabiendas de que no podía verla - Hablamos cuando se te pase el caprichito... - Sentenció.

Amelia se limitó a colgar el teléfono, se sentó en el sofá y se abrazó a un cojín. Pasó varios minutos llorando desesperadamente pensando en aquella palabra que parecía inofensiva "caprichito"... Cerraba los ojos aferrada al blando tejido cuando un aroma invadió sus fosas nasales, aquel cojín... Una sonrisa involuntaria apareció en su cara al sentir que incluso estaba abrazando su cuerpo, la respuesta a todos sus males se transformaba en bienestar al sentirla cerca aunque solo fuese por su fragancia embriagadora. Luisita...

La rubia había dormido sobre aquel sofá a su lado, y su olor se había quedado totalmente impregnado. De pronto aquella sensación de tristeza empezó a tornarse en ilusión al pensar en ella... En unas horas estaría a su lado y no habría cabida para la pena. Luisita no era un capricho, era mucho más que eso... En tan solo unos días le había dado mil cosas que habían creado tantas cosas bonitas en su interior...

Luisita era lo que necesitaba para no sentir aquel vacío aterrador, era el acuerdo que la incitaba a sentirse mejor, era ilusión por pasar más tiempo a su lado y descubrir tantas cosas que aún no podía imaginar... Luisita era como sus propias letras, intensa, desgarradora, profunda y mágica... Y al igual que sus bellas palabras, la rubia era capaz de hacer sus vellos erizarse y su alma estremecerse... Luisita era hogar, como la calidez de sus abrazos. Decidida se fue a su estudio, donde su olor aún era evidente también, y tras recordar los momentos allí vividos a su lado y sentirse un poco ruborizada pero no por ello menos excitada, se paró ante un cuaderno y empezó a morder de forma nerviosa un boli.

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