55. Contigo al otro mundo

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<< Escoge a una persona que te mire como si fueras magia >>
Frida Kahlo

Los días siguientes a su encuentro en casa de Luisita fueron una locura, los periodistas las perseguían, sus preguntas no cesaban y ninguna de las dos respondía. Sebastián y Nacho insistían en que tenían que hacer algo, pero ninguna estaba por la labor, sobre todo Amelia, que había sido portada en numerosas ocasiones por relaciones anteriores y la única vez que se había pronunciado sobre su vida privada en público había sido para contar su "ruptura" con Pepa Miranda.

Esa tarde tomaban café en casa de Devoción, la madre de Luisita, Manuela, también estaba allí. Las dos señoras se habían vuelto íntimas y pasaban muchos momentos juntas.

- ¿Cómo lo llevas hija? - Se preocupaba Devoción.

- Pues bueno, como siempre mamá, pasando.

- Tiene que ser un incordio vivir con todos esos periodistas detrás - Siguió Manuela.

- Bueno, hacen su trabajo - Luisita les defendió como pudo y Amelia alzó una ceja al escucharla.

- Son muy pesados - Protestó Amelia.

- ¿No sería mejor decirlo y así os dejan en paz? - Sugirió Manuela.

- ¡Eso es una locura! - Gritó Devoción - No hace falta confirmar nada, ¿Vosotras estáis bien? - Las dos asintieron - Pues eso es lo importante.

- Pero cuando vengan los niños y queráis formalizar la relación será público, ¿No? - Amelia sentía gotas de sudor recorrer su nuca y Luisita notó el nerviosismo.

- ¡Queda mucho para eso mamá! - Intentó calmar la tensión.

- Bueno Luisita, te he visto con Ambrosio y creo que serás una gran madre, estoy segura de que serás el mejor ejemplo a seguir - Su madre la miraba con orgullo y Amelia asintió.

- Eso de ser abuela suena a que me ponéis treinta años encima de golpe - Protestó Devoción haciendo el silencio en el salón.

La conversación pasó sin más, las chicas se marcharon a sus casas a prepararse para el teatro. Al cabo de un rato Amelia esperaba pacientemente en el camerino a que Luisita llegase, al verla su cara se iluminó.

- Me estoy cansando un poco de estas persecuciones - Admitía Luisita llegando al teatro con la hora justa como de costumbre - ¡Casi no llego joder!

- Se cansarán - Contestaba Amelia, que deseaba más que nunca tener la razón.

- ¿Y si no lo hacen? No sé qué hay de malo tampoco en confirmar que estamos juntas, si lo estamos - Cruzaba sus brazos.

- ¿Por qué tenemos que ir dando explicaciones de lo que tenemos Luisi? A mí con que tú tengas claro lo que siento por ti me vale.

- No sé Amelia... - Dudaba su respuesta - Suenas como tú madre.

- ¡No me jodas!

- Es que...

- ¿Qué? ¡Dilo! Sé que llevas días pensando cosas y no quiero que tengas miedo de decírmelo, por favor.

- ¿Sabes que pasa? Que cuando yo descubrí que me gustaban las mujeres en parte me sentí mal, fatal, porque no lo veía como algo normal y no tenía ninguna cosa a la que aferrarme, además no hace falta que te cuente lo que opinaba Marcelino de la homosexualidad... - Juntaba sus manos con nerviosismo.

- No entiendo que tiene que ver tu padre ahora Luisita, él tuvo el final que merecía y pensé que ese tema estaba superado, ¿Estás bien? - Se preocupó rápidamente.

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