17. Cuando habla el deseo

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<< Ven princesa, y déjate llevar a un mundo ideal >>
Aladdín

Pepa, tras dejar incontables mimos en su cuerpo y observar con detenimiento como descansaba Silvia, no podía dejar de dar vueltas a lo que había pasado hacía un rato, Silvia, vulnerable por todo lo acontecido, había buscado consuelo entre sus brazos y había asegurado que no era solo por consolarse, ¿De verdad le gustaba a esa pelirroja? Su cabeza daba vueltas...

La cantante se sentía realmente bien a su lado, ya ni siquiera pensaba en Sara, y sabía que en parte era por ella, que ahora era la dueña de sus pensamientos y de su mar de dudas, que cada vez parecía estar más claro y en calma. Aunque entre sus piernas crecía otro mar, al tenerla tan cerca, tan blandita, Silvia se había puesto a tiro y ella no lo había aprovechado, se sentía algo estúpida, pero sabía que había tenido razones para su acto.

Centró la mirada una última vez en ella, en su cara, en sus labios que hacía un rato casi había vuelto a besar, en su cuerpo, sus curvas... ¿En qué momento se le había ocurrido girar la cara? Definitivamente se arrepentía...

Pero por otro lado, tal vez tantas emociones no eran buenas para mezclar los sentimientos y entregarse tan solo al placer... Era consciente de que si hubiese seguido aquel beso, hubieran temblado sus cuerpos y no solo por el bajón de Silvia, más bien, porque hubieran desatado una lujuria imparable, que ahora se moría por conocer.

Pepa se levantaba de la cama, dejando a Silvia descansar, necesitaba refrescarse y dejar de pensar en las mil cosas que le apetecía hacer con ella, en este momento muchas de índole sexual, pero la pelirroja al sentir que perdía el contacto y el calor de su cuerpo, abría los ojos.

- Perdona, no quería despertarte... - Decía Pepa, mientras Silvia aún adormilada sentía que se derretiría en cualquier momento al ver la manera en la que la miraba la cantante.

- No pasa nada... Seguro que las chicas se están preguntando dónde estamos... - Pensaba Silvia, que veía que si seguía el cruce de miradas en cualquier momento iba a lanzarse de nuevo a sus labios, y ya había recibido un rechazo por su parte, era mejor enfriar un poco todo.

- Las chicas... - Pepa se había olvidado de todo al estar tan cerca de la pelirroja.

- Oye, Pepa, antes de nada... - Silvia se levantó de la cama y agarró su mano para que voltease su cuerpo, Pepa sintió un escalofrío recorrer su cuerpo - Quería darte las gracias, por no haberme dejado sola, por estar aquí... - Pepa asentía y se quedaba bloqueada al notar el tacto de sus dedos en los suyos.

- Supongo que podemos ser amigas... - Aquella frase por un lado se sintió como una jarra de agua fría cayendo sobre el cuerpo de la pelirroja, pero por otro lado, era de agradecer, era una bonita forma de tenerla a su lado.

- Supongo... - Silvia no podía evitarlo, sus ojos brillaban cuando miraban a Pepa, que cada vez se sentía más frágil al estar cerca de ella.

Las chicas llegaban al salón y veían que estaba vacío. Se sorprendían y Silvia empezaba a llamar a Amelia por teléfono, no se oía ni un ruido en aquella casa. Al ver que su teléfono, en silencio y con la pantalla encendida, estaba sobre la mesa del comedor, dio un paseo hasta su habitación y la encontró igual de vacía.

- Creo que estamos solas... - Dijo Pepa, sonando realmente sexy al hacerlo, aún sin pretenderlo, pero Silvia intentaba no dejarse vencer por su deseo.

- Supongo... Espero que esta vez la conversación de Amelia haya ido mejor y no esté perdida en alguna playa... Le voy a colocar un GPS en el cuerpo, mi amiga parece fan del escondite... - Se reían.

- Eres muy graciosa... - Admitía Pepa.

- Tu también, eso y muchas otras cosas... - Silvia sentía que se perdía en su mirada. Pepa se sorprendía al escucharla.

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