47. Sentimientos a flor de piel

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<< Cada día de lluvia tiene su arco iris >>
Stuart little, Disney

Luisita esperaba una respuesta, había vaciado su alma, había liberado una presión que sentía desde hacía demasiado, y ¿Por qué negarlo? En parte se sentía mejor. Amelia la había vapuleado emocionalmente, había sacado reproches de la peor manera, incluso ideas que le parecían descabelladas, pero no la culpaba, sabía que la única culpable de la situación a la que habían llegado era ella. Aunque ese día había liberado algo que realmente dolía, algo que la superaba, que la vencía, eso que empezaba a terminar con su salud mental, con su estabilidad emocional, con su propia vida, una verdad que la hacía sufrir en silencio en su día a día.

Amelia intentaba procesar todo lo que había escuchado, también todo lo que ella misma había dicho, demasiada información. Luisita no era madre, no había intimado con Lorena, al menos mientras estaba con ella, y aseguraba que la quería, que había sufrido tanto como ella, pero Amelia ya no sabía qué creer.

No pudo evitar resoplar al mirar a la rubia esperando una respuesta frente a ella, las gotas de lluvia aún estaban presentes en su rostro, igual que las lágrimas que lo habían recorrido y aún seguían brotando de sus ojos. La morena la veía indefensa frente a ella, derrumbada, parecía haber sacado todo lo que llevaba dentro y eran las respuestas a las preguntas que ella llevaba demasiado tiempo haciéndose, lo difícil ahora era creer.

La morena recorrió su rostro con la mirada, sus ojos se veían tan sinceros como rotos, su piel estaba pálida y sus labios temblaban. Luisita estaba realmente nerviosa, la ansiedad la reconcomía cada vez más, quería una respuesta, la necesitaba. Sabía que había ido con todo al asegurar que se olvidaría de ella si se lo pedía, igual que era conocedora de que hacerlo era algo imposible.

La rubia tenía mil cosas aún en la mente, deseaba seguir diciéndolas una a una para que Amelia tuviese claros sus sentimientos, pero tampoco quería abrumarla o que pensase que todo era palabrería, así que se mantenía callada, tensa, rígida, mientras notaba sus emociones en forma de lágrima caer cada vez con más fuerza.

Y es que esa situación parecía no encontrar un matiz gris, los colores habían sido absorbidos por el arco iris y entre ellas ahora todo sería blanco o negro. Si Amelia le decía que se rindiese Luisita sentiría ese adiós como el último, como el más doloroso. Pero, en cambio, si la morena decía que sentía lo mismo, ese blanco se transformaría rápidamente en un mundo de ilusión, el sol brillaría, recuperando esa paleta repleta de colores y alegría.

"Alegría" Hacía demasiado que ninguna de las dos sentía esto último. Aunque es cierto que la lluvia limpia todo, hasta el alma, sobre todo cuando el interior se siente libre de cargas, y ellas habían vaciado la mochila en la que tanto peso cargaban desde hacía demasiado.

Amelia parecía ir a decir algo, pero en lugar de esto carraspeó al sentir un nudo formarse en su garganta y empezó a llorar, las emociones, más a flor de piel que nunca, tenían que salir por algún lado, y lo hacían en forma de lágrima. Ese nudo apretaba, ver a Luisita de esa manera era superior a ella, en mil ocasiones había deseado su sufrimiento, pero no era lo mismo querer algo que ser testigo en primera fila de ello. Tenerla a su lado y verla así, partía aún más su dolida alma.

La morena dio un paso al frente y llevó las manos a sus hombros, rodeándolos con mucho cuidado, como si Luisita fuese un tesoro verdaderamente frágil y ella tuviese la necesidad de cuidarlo. Se fundieron en un abrazo que habían necesitado demasiado, las dos, un contacto que empezaba a calmar esas ganas que sus cuerpos tenían de sentirse.

Las dos deseaban que ese abrazo no terminara nunca, aunque Luisita necesitaba una respuesta, no sabía si aquel abrazo era el del adiós, así que se aferró con ambas manos a su espalda con fuerza, inhaló el aroma de su piel, ese que la hacía sentirse en casa, y quiso agarrarla para no soltarla jamás.

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