22. El perdón

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<< Amor es anteponer las necesidades del otro a las tuyas >>
Olaf, Frozen

Amelia notaba las gotas resbalar por su cuerpo mientras conseguía sentirse algo mejor... ¿Qué le había sucedido a Luisita? Todo parecía haber pasado del todo al nada en cuestión de un segundo, el segundo que duró el contacto de sus labios en los de Pepa... Tenía que hacerlo, mantener aquella apariencia, al menos por un tiempo... ¿Tenía que hacerlo? Tal vez había llegado el momento de hablar con Sebastián y cambiar aquella actitud de súper pareja que mantenían las cantantes, no quería perder a Luisita y sabía que se arriesgaba a hacerlo...

Por otro lado pensaba que gracias a todo lo sucedido con Pepa había conocido a la compositora, y esto era algo que no cambiaba por nada en el mundo, aquella casualidad que el destino le había regalado se había convertido en algo realmente bonito. Aunque después de lo que había pasado al volver a casa de Luisita por momentos dudaba de si todo iría tan bien como ella creía.

El agua salía cada vez con más fuerza, sentía que en cada una de esas gotas se liberaba la presión que había sentido al discutir con ella, eran adultas, maduras... No hay margen para el reproche cuando las cosas se hablan, definitivamente tenían que hablar. Tenía que decirle cuanto llegaba a importarle, incluso más que su propia fama, ¿Estaba dispuesta a perderlo todo por ella? ¿A volver al caos de sentirse una decepción como artista? A la inestabilidad...

Luisita se había convertido en algo con demasiado valor en su vida en tan solo unos días, pero, ¿Se sentía igual la rubia? Prácticamente la había echado de su casa. Tal vez ahora que había logrado acostarse con ella ya no quería seguir a su lado... No quería pensarlo, no quería verlo de esa manera, pero el carácter de la rubia había sido horrible hacía tan solo un rato que era difícil no darle vueltas. Amelia se sentía muy triste y a la vez algo perdida con todo aquello.

¿Qué diría su consejera del alma de todo esto? Silvia... De manera involuntaria al pensar en ella la imagen de Pepa y Silvia en la ducha comiéndose hasta el alma apareció en su mente... Pero en su cabeza no eran ellas las protagonistas del encuentro, más bien se imaginaba cómo sería estar de esa manera con Luisita...

A pesar de la tristeza que sentía, pensar en la rubia de rodillas entre sus piernas fue algo que hizo que un pinchazo apareciese en su entrepierna, aunque hacía solo unas horas se había llenado de placer, tener la imagen de Luisita en esa postura en su mente despertaba su instinto más carnal y primitivo.

Luisita, su cara angelical, sus rubios cabellos tan finos, su piel tan tersa y suave, su olor tan característico que te envolvía por completo... Amelia dejó salir un suspiro. Luisita, sus manos que eran capaces de hacerle rozar el cielo, sus pechos discretos pero perfectamente puestos, sus dedos perdiéndose en su interior, sus jadeos y su manera de mover la cintura debajo de su cuerpo y agarrar su trasero de aquella manera tan pasional... La de rizos resopló, por un momento sentía que le faltaba el aire.

La cantante bajó la temperatura del agua mientras sentía que de su cuerpo salía humo... Estaba decidida a dedicarse un ratito para ella, un momento de placer, seguro que eso subía sus ánimos, pero entonces el teléfono empezó a sonar. Al principio lo dejó, como si se tratase de una música de fondo... Un tono, dos tonos... Aquella melodía seguía sonando y ella cerraba los ojos sin poder evitar que esa imagen de nuevo apareciese en su cabeza... Su rostro, sus gemidos, su delicadeza al tocarla, su cuerpo lleno de los fluidos de la morena, la mano de Amelia llena de su néctar, su sabor, su sensualidad infinita... Recordó como chupo sus propios dedos para probar su esencia e inevitablemente repitió el movimiento llevando sus dedos a su boca, aquello despertó sus cinco sentidos, alterando por completo cada uno de ellos, estaba totalmente agitada y se sentía descontrolada.

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