1. Inesperado

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No había dejado de llover en todo el día, el cielo seguía oscuro, las gotas chocaban con fuerza sobre la ventana y la humedad se sentía en la piel, era como si todo el campus estuviese ensordecido por la tristeza del viento. Había una especie de ambiente melancólico en el aire que empapaba las calles, los árboles y a las personas que corrían de un lugar a otro.

—Vuelve aquí —me interrumpió la chica desnuda sobre la cama. Sus ojos me miraban desde la oscuridad con cierto regocijo.

Me alejé de la ventana y encendí el bafle portátil mientras terminaba de desnudarme. La música de Ed Sheeran pasó a ser parte del fondo junto a los estruendosos truenos.

—No salgamos hoy de la cama —me propuso Emma.

Hacía un par de semestre en los que nos habíamos conocido y desde entonces nos frecuentábamos esporádicamente para tener sexo. Sin embargo, no me sentía en una relación y estaba completamente seguro de que yo no era más que una de sus conquistas universitarias.

Nunca habíamos hablado de sentimientos.

Nunca habíamos hablado siquiera de algo más que algunos libros. 

—Me parece una buena idea —confesé mientras mis labios recorrían los suyos.

Exploré con mis manos sus piernas, estaba impaciente por tocarla. Acaricie sus muslos con desesperación. Su cuerpo desnudo era bello, delgado, pequeño, y delicado. La sentía tan inofensiva cuando follabamos, pero a decir verdad... Emma tenía un carácter fuerte, y era bastante, pero que bastante seductora.

Y en cuanto enredó sus manos en mi cabelló, estuve perdido. Ella tomó todo el control. Me obligó a acostarme boca arriba en la cama mientras se subía sobre mi regazo. La vi sonreír con picardía, cerrar los ojos e introducirse mi miembro.

La sensación de estar dentro de ella era indescriptible. A pesar de mis poquísimas y banales experiencias sexuales, ella era un amante implacable. Tal vez, esa era la razón por la que aquellas faenas de sexo desenfrenado se estaban repitiendo una y otra vez en los últimos meses.

El ritmo se volvía cada vez más intenso, perdíamos el pudor, y nos desinhibíamos completamente. El sexo se volvía fuerte, rudo, y sucio. Las patas de la cama chocaban con las tablas del suelo haciendo un ruido fuerte en ese pequeño departamento. Ni siquiera Shivers de Ed Sheeran, ni la play list que había programado, podían ahogar los gemidos y el sonido del golpeteo de la madera contra el suelo.

Y justo en el climático y preciso momento que estaba por eyacular debido al galopeo de las nalgas de Emma sobre mi cintura, ella dijo lo inesperado. Su voz, agitada, lasciva y entrecortada me dejaba absolutamente consternado.

—Creo que estoy enamorada de ti —dijo casi como un susurro inaudible.

Por un momento pensé que tal vez lo había imaginado, pero entonces, ella lo reafirmó, esta vez doblando su espalda y acercando su rostro al mío hasta rosar nuestras bocas.

—Sí, lo estoy. Estoy enamorada de ti Noah...

Observé sus ojos brillar con dulzura y su rostro ponerse colorado mientras sudábamos. Miraba como su boca permanecía abierta para tomar aire y sentía como intensificaba los movimientos de su cintura. Pero yo, yo... yo no podía articular una palabra coherente. Un extraño sentimiento invadió mi pecho y me puso inquieto, y entonces la vi.

Pude contemplar el rostro de otra chica donde debía estar el de Emma, una chica de mi infancia a la que le confesé mi amor con valentía por primera vez cuando aún era un niño.

—¿Qué? —pregunté instintivamente presa del pánico esperando romper la alucinación. 

Emma se detuvo. Sus nalgas dejaron de rebotar sobre mi cintura y su mirada cambió en un instante. La dulzura y el brilló de sus ojos se habían desvanecido de repente.

—¿Qué? —dijo ella en tono enfadado—. ¿Eso es lo primero que se te ocurre decir? ¡Qué!

—Oye, lo lamento —traté de excusarme con algo de honestidad. No podía decirle con completa sinceridad que el rostro de otra mujer me había llenado de intranquilidad—. Me tomas por sorpresa, es todo —dije.

—Es que eres idiota.

Emma se levantó y mi erección se había perdido en medio del choque sentimental.

—Emma...

—Emma... —me imitó—. No sabes nada Noah. No sabes tratar a una mujer.

—Discúlpame, pero uno no va confesando su amor en medio de fluidos corporales.

—Perdón, la próxima vez te llevaré a una cena romántica para decirte lo que siento por ti.

—Estaba concentrado en otra cosa.

—Claro, necesitas concentrarte para follar conmigo. 

En medio de la discusión el teléfono celular empezó a sonar insistentemente. Ambos lo miramos. Seguro para ella era inoportuno, pero para mí era un alivio a la tensión.

—No, no quise decir eso —traté de disculparme.

—Tal vez es que no sientes lo mismo —esta vez la voz de Emma ya era más pasiva, dolida, triste y eso no me gustaba en absoluto—. ¿Es eso, verdad?

¿Estaba yo enamorado?

Reflexioné por un momento, pero el sonido del celular sobre la mesita de noche no me dejaba concentrar.

—Creo que debo contestar, parece urgente.

—¡Claro! ¡Contesta! —me desafió.

Pero la ignoré. Necesitaba el respiro.

—Diga —contesté...

—Hola Noah —era una voz dulce que recordaba de hace muchísimo tiempo, aunque esta vez, sonaba lejana y triste.

—¿Zoé? —pregunté incrédulo.

—Sí —lo confirmó. A pesar de los años, su voz permanecía con esa esencia amable y tierna. 

—Zoé de verdad —susurré anonadado. 

—Sí Noah, escúchame... 

La chica a la que me había imaginado en ese instante estaba llamando. ¡Me estaba llamando el primer amor que tuve! ¡La primera mujer en romper mi corazón! ¡Pero qué mierda estaba pasando! 

¿Qué estúpida coincidencia universal es esta? Parecía como si de repente estuviera atrapado en una comedia aparatosa y cliché.

—¿Qué-qué-qué —tartamudeé—, haces llamándome?

Ella ignoró mi pregunta. 

—Creo que debes venir de inmediato a casa. Es urgente que vengas —lo dijo con tanta urgencia y suplica que me asustó. 

—De qué hablas Zoé. 

—Tus papás —hizo una pausa sospechosa que me puso los nervios de punta—... tus papás tuvieron un accidente ¡Vuelve por favor! 

¿Pero qué demonios? 

La Insoportable Existencial del Amor (+18)Where stories live. Discover now