33. Bochorno

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—¿Noah estás sonriendo? —Zoé me miraba con mucha atención.

—No —respondí e inmediatamente tapé mi boca con el pocillo. Bebí café. Lo saboreé y le di la espalda a Zoé. Atravesé la cocina y caminé por la sala comedor. 

Ella se levantó y me siguió.

Continúe caminando hasta la sala de estar y me detuve a escuchar la lluvia golpear en el techo y las ventanas. 

—Oye Noah —... la voz de Zoé parecía un susurro. 

Me giré para ponerle atención. Parecía que Zoé estaba a punto de decir algo realmente importante.

—Gracias por venir —cerró los ojos y me sonrió con ternura.

Al final no era tan importante... 

—Gracias por invitarme a pasar —contesté siguiendo el juego. 

Ambos sonreímos está vez.

—Pero Zoé —la interrumpí para hablar con seriedad.

Habíamos cambiado los papeles, era como si se tratara de un juego donde ninguno de los dos era capaz de decir lo que realmente queríamos decir.

—Dime —se llevó la taza de café a la boca igual que yo, tal vez, intuía que iba a preguntarle.

—¿Por qué estás triste?

Ella separó la taza de café de su boca.

—Te ves lindo cuando te preocupas —volvió a sonreírme. 

—Sólo dime que está pasando —me acerqué a ella.  

—Es posible que tu preocupación sea genuina —dijo con tanta claridad que me preocupe de que dudara de mis intenciones—. Pero creo que debo enseñarte cuales son las señales que ofrece una persona cuando no quiere hablar de un tema en especial. 

Aquello me tomó por sorpresa y me mordí la boca para no replicar.

Zoé se alejó con una sonrisa dulce en el rostro. 

Cuando ella reía me trasmitía tanta paz, me llevaba a aquellos lugares comunes que compartíamos cuando éramos niños. A todos esos momentos donde fingía algún accidente o decía alguna tontería sólo por verla reír de nuevo...

La sonrisa de Zoé era de las cosas más hermosa que había contemplado alguna vez.

—Lo siento.

—Sabes Noah —continuó ella—. Esa curiosidad latente que tienes por saberlo todo, puede convertirse en un problema si no aprendes a detenerte.

—Sí, muchos pensarán que soy un entrometido —dije—. Seguro que eso es lo que has estado pensando desde que nos volvimos a ver.

Esta vez fue Zoé quien se acercó a mi como si estuviéramos en una especie de cortejo animal. Aunque sus ojos, me miraban con cierta melancolía. 

—No, eso no es lo que pienso de ti.

—Veo que sigues aquí —dijo la voz de Mai detrás de nosotros interrumpiéndonos y obligándonos a separarnos— ¿Es que no tienes una casa?

—¿Acaso no ves que está cayendo un torrencial aguacero? —refuté enfadado aún sin verla.

—Eso se soluciona tan fácil como pedir una sombrilla prestada —contestó ella y pasó delante de nosotros en dirección de la cocina—. Te prestaría la mía, pero no quiero darte excusas para volver aquí a buscarme.

Mai llevaba el cabello rubio recogido y húmedo, tenía una enorme camiseta rosa con un estampado de grafiti que le cubría hasta la altura de las rodillas. No llevaba nada más, al menos visible. Sus piernas blanca se veían tonificadas y completamente depiladas. 

Las piernas de Mai se exponían mientras caminaba delante de nosotros. Sus pasos no hacían ningún ruido y se movía como un fantasma, ágil y serena. Ya no parecía incomoda, y mucho menos desafiante. 

Está vez, parecía completamente desenfada. 

—De todas formas, yo le pedí que se quedará para que me hiciera un poco de compañía —la interrumpió Zoé con tranquilidad—. Continúa aquí porque yo se lo pedí. 

Mai no dijo nada, sólo se sirvió una taza de café y regresó con en el mismo paso sigilosos y silencioso con el que había llegado. Tenía una sonrisa torcida en los labios y en sus ojos se podía apreciar cierta perversión y burla. 

Algo raro estaba pensando. 

Continúo andando hasta pasar junto a mi, pero el rose de su cuerpo junto al mío me hizo sentir una electricidad que me puso los nervios de punta, provocando que todos los vellos de mi cuerpo se erizaran. 

Aún así, pude sentir el aroma a frutilla y jabón que expedía su cuerpo. Además, se percibía cierto calor provocado quizás, por la ducha caliente que había tomado minutos antes. Aquella mezcla de sensaciones me regocijó por un instante. 

—Mientras no estén aquí para besuquearse y toquetearse en el portón, no hay problema —dijo de repente con una risita maliciosa— ¿O ya lo hicieron en el jardín?

—¡Mai! —le reprochó Zoé. 

—Perdón —no la veía, pero pude sentir como se detuvo de nuevo en la escalera para contestarle a su hermana—, pensé que era una vieja costumbre entre ustedes dos —volvió a reír y desapareció.  

Zoé y yo nos miramos abochornados. 

Nuestros ojos se habían abierto de par en par. Estaba completamente seguro de que mi rostro estaba igual que el de ella: Colorado, desde las mejillas hasta las orejas. Moríamos de vergüenza por descubrir que ella lo había visto todo. 

Pero aún más impactante: Mai lo recordaba todo... Todo lo que había sucedido en la fiesta de quince años. 

Y tal vez, mucho más... 


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Notas del autor:

Volveré a publicar capítulos la primera semana de Julio. Les pido paciencia y votos :D ¡Gracias por leer¡

Espero se estén divirtiendo en esta parte de la historia y puedan relacionar la música al estilo de los personajes. 

¿Tú qué artistas creen que escuchan estos protagonistas? 

La Insoportable Existencial del Amor (+18)Where stories live. Discover now