39. Distracción

39 4 10
                                    


Mis hermanos habían estado pasando durante el día para ver como seguía. A pesar de que la fiebre había bajado, seguía sintiendo dolor en el cuerpo, estaba todo tensionado y sólo podía sentir abatimiento.

Observé a través de la ventana el cielo oscurecido en busca de la luna sin éxito alguno. El cielo parecía habérsela tragado en medio de su magnificencia, así como mis ganas por estar vivo se las había tragado el dolor que sentía.

Es como si todo lo que hubiese vivido hasta ahora fuese irrelevante en comparación a lo que había perdido. No sólo era pensar en la muerte de mis padres y que prácticamente era un huérfano, sino, en todo el tiempo que había pasado lejos de ellos. Los había dejado de conocer, mi familia había dejado simplemente de ser un factor relevante en mi vida, y saberlo ahora, era demasiado tarde. Me abrumaba el arrepentimiento y el reproché. Estaba constantemente castigándome por lo que dejé de hacer.

Y ese sentimiento... iba absorbiendo todo lo que había dentro. Pasaba de proyectarlo en mi relación con mis padres, a mis hermanos, a mis amigos, a todos aquellos con los que alguna vez había creado un vínculo.

Había desperdiciado toda mi vida y ahora era demasiado tarde.

La depresión parecía estar consumiéndome, y la ansiedad estaba floreciendo de nuevo. Mi corazón se aceleró y empecé a hiperventilar. Necesitaba calmarme, necesitaba una distracción, algo que me volviera al presente y no al pasado.

Tomé mi móvil e hice algo impulsivo.

La llamé, a la única persona que me sacaba de esa desesperación.

—¿Noah? —me respondió.

—Emma —contesté—. Perdón, se que no debo llamarte, pero... pero... —comencé a atragantarme con mis palabras.

—Tranquilízate —su voz parecía enternecerse—. ¿Estás bien?

—Mamá murió —decirlo en voz alta me sacudió el corazón.

Ella no dijo nada por un segundo, asimilando la noticia.

—Lo lamento mucho Noah...

—No puedo manejarlo, siento que voy a reventar.

—Respira profundo —sugirió—. Déjalo salir todo.

—No sé cómo dejarlo salir...

—Sólo debes decirme lo que está pasando por tu mente.

—¿Por qué no cuelgas?

—De querer hacer eso, no habría contestado.

—Yo te he lastimado mucho.

—Yo me lastimé mucho —rectificó—. Ya entiendo.

—¿Qué cosa?

—Lo que estás sintiendo y te esta abrumando ahora mismo es la culpa.

—¿Es eso lo que siento?

—Eso es lo que parece —dijo y sonrió.

—¿Te causa gracia?

—Noah, después de todo, eres un hombre sensible.

Yo no dije nada.

—Me siento halagada de que me llames en un momento de crisis.

—¿No es molesto hacer eso? Es como si sólo te usará.

—También podría demostrar que tienes mucha confianza en mí, para mostrarte vulnerable.

—Creo que eres la persona que más me conoce.

—¿Sólo porque te he visto desnudo varias veces?

No pude evitar reírme.

—Aunque no lo creas, pocas personas han tenido el privilegio de hacerlo.

Esta vez, Emma fue quién rio.

—Te he extrañado Noah.

—Yo también —correspondí.

—No creo que de la misma forma...

—¿De qué forma hablas tú?

—De una manera romántica.

—Creo que habría sido muy afortunado de tenerte como pareja.

—Pero no querías eso.

—No quería nada.

—¿Y ahora lo quieres?

Me reí.

—No es una llamada para decirte que estemos juntos.

—Tenía que aprovechar.

—Sólo quiero que todo desaparezca —miré a través de la ventana de nuevo y contemplé la oscuridad—. Quiero desaparecer.

—¿Por qué querrías eso?

—Porque así ya no experimentaría el vacío, el arrepentimiento, el castigo... la culpa.

—Tampoco podrías volver a sentir como pones tu miembro entre mis piernas.

—¡Emma!

—Sólo te recuerdo que esas sensaciones también se experimentan mientras estás vivo.

—¿Crees que el sexo es lo único estimulante de la vida?

—¿Acaso no lo fue mientras estuvimos en tu cuarto?

—¡Emma!

—También extraño coger contigo.

—Yo también lo extraño —dije dándome por vencido.

—¿Te das cuenta de lo que pierdes por no elegirme?

Yo me reí.

—Sí, de hacer el amor a diario.

Entonces la escuché gemir.

—¿Emma?

—Perdón, es qué lo estaba recordando —su voz sonaba entrecortada—. La última vez que estuvimos juntos.

No pude evitar sentir excitación.

—¿Lo sientes? —me preguntó con su voz lasciva.

—¿Sentir qué?

—Como desaparece la angustia, el arrepentimiento, el reproche y la culpa —gimió de nuevo.

Sonreí conmovido. 

El sexo siempre era la mejor distracción, era la forma en que repentinamente dejaba de sentir todo aquello que me abrumaba hasta paralizarme. Pero había un problema... parecía que sólo seguía usando a las personas para dejar de sentir lo que por naturaleza, debía estar sintiendo. 

La Insoportable Existencial del Amor (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora