24. Realidad

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El sol caía sobre mi cara a través de la ventana. Nos la habíamos pasado en la cama dos día enteros, haciendo pausas para ver algo en Netflix y para comer. De verdad estaba exhausto, pero me sentía bien. 

—¿Qué haces? —me preguntó Emma con la carita recién despertada.

—Tocándote —contesté mientras mis manos la acariciaban entre las piernas. Aún podía sentir la humedad de la madrugada.

—¿Desde cuándo tienes tanto apetito sexual? —me preguntó ella con curiosidad.

—Desde que nos conocemos —respondí con una sonrisa pícara.

Pero mientras sentía mis dedos humedecerse pensé en sus palabras. Aunque bien, era cierto que nuestra conexión sexual era innegable, que desde que nos conocíamos cogíamos como dos conejos, era la primera vez que pasábamos tanto tiempo juntos follando seguido. 

—No hemos desayunado —replicó ella y detuvo mi mano.

—Somos el desayuno —contesté y besé sus labios.

Ella sonrío y liberó mi mano derecha para que continuara masturbándola. Cerró los ojo y mordió sus labios al tiempo que mis dedos la penetraban . Para este momento ya tenía una monumental erección.

—¿A qué sabe el desayuno? —le pregunté.

Emma me miró a los ojos y sonrojada respondió:

—Aún no lo pruebo.

Aquellas palabras sólo provocaron que me calentara más y mis dedos empezaron a penetrarla más profundo y rápido mientras ella misma se estimulaba el clítoris con sus dedos. Me deshice de las sabanas y contemplé su cuerpo desnudo. Lamí sus senos mientras la masturbaba y mi pene rosaba su abdomen totalmente erguido.

—Mételo —susurró ella completamente excitada.

Tomé mi pene y empecé a introducirlo en su sexo.

—Si... —susurró Emma de nuevo con los ojos cerrados.

Y cuando estaba completamente dentro suyo y me disponía a embestirla con fuerza jodidamente extasiado el timbre de la casa empezó a sonar insistentemente.

—¿Están tocando? —preguntó Emma consternada.

—Eso parece —no dejaba de mover lentamente mis cinturas con mi pene empapándose de sus fluidos sexuales.

El timbre continuaba incesante.

—¿Deberías atender? —gimió Emma mientras yo la seguía penetrando débilmente. 

—No debería —respondí honestamente mientras levantaba mi cintura y observaba como mi sexo desaparecía dentro del suyo. 

Mi cerebro estaba apagado y mis testículos eran los que razonaban mientras chocaban con sus nalgas. 

No quería abrir, ni dejar de follar por un momento a Emma. 

El sonido del timbre pasó a ser un golpeteo sobre la madera de la puerta con verdadera vehemencia.

—Creo que es urgente —gimoteó ella de nuevo. 

Me di por vencido y me levanté, busqué una pantaloneta y tomé una camiseta blanca que había tirada en la recamara.

—No tardo —le dije decepcionado mientras salía de la habitación aún con mi miembro erguido. 

Bajé las escaleras malhumorado y me dirigí a la puerta principal al mismo tiempo que iba poniéndome la ramera. 

Me asomé por el ojo de pez y el corazón me dio un vuelco. La vi insistir con el timbre, tenía el rostro lleno de preocupación y parecía bastante inquieta. No parecía que fuera a retroceder o irse hasta que alguien abriera la puerta. 

Tomé una bocanada de aire y la abrí de un impulso. 

—Parece que quieras tirar la puerta —dije a modo de saludo.

Zoé se sorprendió de verme. Me miró con detenimiento, observó mi cabello desarreglado, las ojeras marcadas en mi rostro y un rastro de bello facial en la cara. Luego su mirada contempló mi cuerpo y abrió los ojos sorprendida al notar la poca ropa que llevaba encima. 

—Estás vivo —dijo con disimuló después de observar la erección que sobresalía a través de mi pantaloneta ajustada. 

No me había percatado de ello y me sonrojé.

—Lo estoy —dije abochornado. 

Ella levantó la mirada, y se fijó en mis ojos negros. Su humor había cambiado, pasó de tener un rostro sorprendido a tener un rostro severo como si estuviese enfadada. Tenía los ojos destellantes de color miel, el cabello castaño perfectamente peinado y un brillo en los labios imperceptible para los demás. 

Está vez fui yo quien la contempló con detenimiento. Lleva puesto una jardinera de jean ajustada y una blusa azul corta por encima del ombligo ceñida al cuerpo. Se veía más que atractiva.

—Estaba muy preocupada por ti —dijo finalmente y sus ojos se apaciguaron.

—¿Por qué? —pregunté estúpidamente.

No estaba concentrado esa mañana, definitivamente.

—¿Por qué? —repitió mi pregunta abriendo los ojos—. Habíamos quedado en vernos hace dos noches, te envíe un mensaje que no respondiste, te llamé y tu celular se encuentra apagado —ella hizo una pausa dramática—. Pensé que te había pasado algo. Se que no es un buen momento para ti... y creí qué...

Entonces enmudeció.

—¿Seguro estás bien? —volvió a bajar la mirada a mi pantaloneta, pero mi erección se había ido con la incomodidad de la situación.

—Me ocupé —respondí—. Y el tiempo se me paso. Lamento haberte preocupado, pero estoy bien.

—¿No me invitarás a pasar?

—No creo que sea un buen momento.

—Te estas comportando muy extraño —continuó ella—. Sino querías verme, o visitarme, o si no quieres que venga a buscarte puedes decírmelo Noah.

—¡No! —dije instintivamente—. Quiero decir... no, te equivocas. Esa no es la razón.

Ella sonrió tímidamente.

—¿Qué ocurre? Dime la verdad.

Zoé inclinó la cabeza como percatándose de algo que hubiese detrás de mí. 

—¿Está todo bien Noah? —la voz de Emma sonó a mi espalda, en el fondo donde estaban las escaleras al segundo piso.

—Ya veo —Zoé había fruncido el ceño y yo me alteré—. Es verdad que estás ocupado —ella dio media vuelta para irse. 

—Zoé —trate de detenerla.

—No hace falta —ella se giró y me ofreció una sonrisa gentil como la que siempre tiene—. Cuando te desocupes hablamos —hizo una pausa y volvió a darme la espalda—. Recuerda también visitar a tu madre, no te olvides de ella ¿de acuerdo? —su tono de voz era distante pero amable.

Sus palabras llegaron a mi corazón y algo hizo que doliera. No sólo había olvidado las penas, la ansiedad, el vacío, la desesperación, la desolación o la tristeza. Lo había olvidado todo. A Zoé quien desaparecía de mi vista... y también a mi madre que se encontraba en el hospital...

¡Había olvidado a mi mamá!

Los ojos se me aguaron sin ningún tipo de control.

Aquella sensación había vuelto de repente.

La realidad... había olvidado la realidad.

La jodida, asquerosa y dolorosa realidad. 

La Insoportable Existencial del Amor (+18)Where stories live. Discover now